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Antonio Mohamed gestiona mal la frustración

Antonio Mohamed se queja al cuarto árbitro de una acción durante el partido del pasado viernes en el estadio de Balaídos.
photo_camera Antonio Mohamed se queja al cuarto árbitro de una acción durante el partido del pasado viernes en el estadio de Balaídos.

Las reacciones del técnico celeste durante los partidos y en su discurso inciden muy negativamente en la valoración 

El peor enemigo de Antonio Mohamed en la gestión de este periodo de crisis de resultados está siendo el propio Antonio Mohamed. El técnico argentino, pese al feliz comienzo de las tres primeras jornadas, no está sabiendo reconducir el camino cuando las cosas se han ido torciendo. Una incapacidad para la reacción certera que también se está apreciando en sus decisiones durante los partidos. Y una digestión de la frustración difícil que le lleva a sostener un discurso tras tropiezos que no le ayuda en absoluto en su relación con el club, con los jugadores y con la afición.

La configuración de la plantilla
Es cierto que hay detalles en la confección de la plantilla que juegan en contra del entrenador. Fundamentalmente, la no existencia de otro nueve de referencia –de los que él gusta– más allá de Maxi Gómez tras la salida de Claudio Beauvue. Y, también, la permanencia en el vestuario de futbolistas que no puede alinear como Nemanja Radoja y Jozabed Sánchez dentro de un plantel demasiado largo. Pero ningún técnico tiene todo lo que desea y todos deben gestionar lo que tienen. Que no es poco ni, en absoluto, malo. Además, la planificación no varió durante el verano y desde el primer día sabe, por ejemplo, que la inmensa mayoría de sus jugadores de banda juegan hacia dentro. Por eso, las quejas en ambos sentidos tras la derrota ante el Alavés dañan de nuevo su imagen interna. Y el presidente, Carlos Mouriño, ya contestó que cuando vino sabía lo que iba a tener. 

La comparación con el pasado
Las alusiones al pasado más o menos reciente han sido una constante en el discurso de Mohamed desde aquel primer encuentro de pretemporada en Portonovo que, al parecer, jugó como lo habría hecho el equipo el curso anterior para destapar sus carencias defensivas. Tras caer el viernes, volvió a acordarse de la época de Eduardo Berizzo para mentar las diez jornadas consecutivas sin ganar. Se valora su sinceridad habitual en sus comparecencias pero buena parte de la afición siente como una afrenta a esa época reciente cualquier tipo de comparación. Si bien es obvio que en cuanto a resultados la relación entre uno y otro caso es directa, no lo es tanto en el resto de cuestiones. Sobre todo, en la tenencia y defensa de una idea única de juego y en que la plantilla la asuma con generosidad y convencimiento. Factores ambos que fallan ahora mismo.

Cambios al ir perdiendo
Lo que más está desconcertando al equipo a nivel táctico no es tanto la variedad de sistemas, con defensa de cuatro o defensa de cinco, como las variaciones súbitas durante los partidos cuando el rival se pone por delante en el marcador, ya esté jugando el equipo mejor o peor. Sí acertó en Valencia con la salida de Pione por Okay, dada la nulidad de la apuesta inicial. Pero no lo hizo ni en el descanso de Girona –metiendo a Boufal por Júnior Alonso cuando el equipo había encajado dos goles en sendos cabezazos aislados–, ni en el de Sevilla –cuando sentó a Pione para meter a Eckert tras una correcta primera parte–, ni el viernes –sentando a Beltrán para meter a Emre Mor nada más encajar el gol, lo que desnortó el juego del conjunto–.

Gestión del grupo
No hay costumbre con su sinceridad. Los capitanes defienden públicamente la labor de este y de todos los entrenadores. Tal y como está montado el secretismo en torno al fútbol, no le ayudará dudar públicamente de la capacidad anímica de estos. Y no ha sido el revulsivo motivador que se quería.n

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