“La rehabilitación tras el ictus es lenta pero hay avances”

Alento reivindica la creación de un código de daño cerebral adquirido al alta hospitalaria y pide el arranque del plan gallego

De izquierda a derecha, de pie Josefa y Óscar, y sentados Candelario  y Marta, en la sede de Alento.
De izquierda a derecha, de pie Josefa y Óscar, y sentados Candelario y Marta, en la sede de Alento. | J.V.Landin

Josefa, Candelario, Óscar y Marta sobrevivieron a un ictus y tienen en común su pertenencia a Alento, la asociación de daño cerebral adquirido que les proporciona tratamientos, servicios y más de 40 actividades a las que se pueden apuntar. Resulta sorprendente saber que Óscar fue capaz de superar una travesía a nado de 2.200 metros en la ensenada de Moaña a pesar de tener inmovilizado el lado izquierdo del cuerpo, escuchar a Candelario que pasó del bastón a la escalada, oír a Josefa que pasó del coma a pintar y a coser, o a Marta que está en silla de ruedas pero disfruta del baile moviendo solo los pies. No es un milagro. Es producto del esfuerzo, la paciencia y también de la ilusión que en parte les contagiaron en Alento. Aseguran que la recuperación es muy lenta, pero que se produce mejoría. Ninguno sabía qué era un ictus, salvo Candelario porque, paradojas de la vida, su hija fue antes que él usuaria de Alento por un accidente y hoy está recuperada y estudiando un ciclo.

Óscar Rodríguez (Vigo, 46 años) estaba jugando a la consola cuando notó que se le dormía una mano y más tarde una pierna. Se puso de pie para ver si “despertaba” pero cayó al suelo y se hizo una pequeña brecha en la cabeza. Se arrastró hasta un teléfono móvil y llamó al 112. “Tuve la suerte de que estaban mis padres en casa y abrieron la puerta, aunque ellos no sabían qué pasaba. Ellos me llamaron y les dije que estaba en la habitación. Me sorprendió que viniesen ya con el diagnóstico”, explica. Lo ingresaron en la UCI y coincidió dos días con Domingo Villar. “Había mucha gente y me dijeron que era por el escritor. Yo tenía uno de sus libros en casa y ahora resulta que el instituto de Navia va a llevar su nombre”. Luego pasó una etapa de rehabilitación en el hospital y finalmente en Alento, donde la rehabilitación es “más lúdica y más amena” y donde se encuentra a gusto con persona que sufrieron su mismo problema. Una de las cosas que más valora es la terapia ocupacional, porque le enseñaron a vestirse y a hacer las cosas del día a día con un solo brazo. Ahora va a cursos de formación en Cogami.

A Josefa Fernández (Salceda, 63 años) le dio un ictus mientras dormía el 24 de octubre de 2006. Quiso ir al baño y se cayó de la cama al levantarse, además no hablaba bien porque se le torció la boca y tampoco veía. Al principio pensaron que era una trombosis. “Yo trabajaba en una fábrica de congelados y había ido a la vendimia, me encontraba perfectamente”. A Josefa le reventó una vena del cerebro y pensaban que no saldría del coma, lo consiguió aunque con secuelas. Estuvo 14 años en una residencia de Cruz Roja en Lugo, a 250 kilómetros, y desde el año pasado está en la de Alento, donde recibe visitas de sus hijas y nietos. Practica cada día para caminar sin bastón y para aprender a desplazarse por el barrio en silla de ruedas eléctrica.

A Candelario Espinay (República Dominicana, 56 años) le ocurrió en 2023. Dice que le cambió la voz y cuando se iba a poner el pantalón una pierna no le respondía. Su mujer, Cristina, llamó al 061 de inmediato y eso fue clave porque en el ictus el tiempo es vida. Él tenía en mente que quería ir a Alento, porque ellos habían logrado la recuperación de su hija. Pasó de ser familiar a usuario. Se apuntoaa todo, piscina, escalada, fitness, barro, cuero. Cuenta que gracias a Alento no tuvo depresión porque se sintió acogido. “Son mis hermanos. En cambio, mis amigos dominicanos desaparecieron, yo un día le pregunté a la doctora si el ictus era contagioso porque se iban de mi lado”.

Marta Fernández (Lugo, 68 años) sufrió un ictus en Sarria y fue capaz de conducir sola hasta Porriño, donde estaba su familia. Tomó un calmante para el dolor de cabeza y como no le pasaba fue al centro de salud hasta que finalmente la mandaron al hospital. Ella trabajaba, atendía un kiosco en el aeropuerto de Peinador y por sus manos pasaba toda la prensa local, nacional e internacional. Ahora está en silla de ruedas pero es capaz de disfrutar de actividades como barro, pintura e incluso baile.

El ictus es la primera causa del daño cerebral adquirido y es la primera causa de discapacidad. A pesar de esto, no existe un registro de casos, secuelas y necesidades que tienen las personas que lo sufren. El director gerente de Alento, Gonzalo Mira, explica que una de las reivindicaciones más importantes del colectivo es el código de identificación de ictus y sus secuelas para poder monitorizar a estas personas, hacer un seguimiento y dar respuesta a sus necesidades de forma individualizada", apunta. Piden también una continuidad asistencial tras el alta, que se informe y se forme a las familias para esos primeros días de cuidado en casa y que se ponga en marcha el Plan Integral de Atención al Daño Cerebral elaborado en Galicia con la implicación de profesionales y asociaciones. Por último, destaca los avances de los últimos años que salvaron a muchas personas y mejoraron su calidad de vida, además de reconocer el trabajo de la Unidad de Ictus del Cunqueiro.

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