Juicio por el crimen de Coia: "No quería matarlo, siempre fuimos amigos, pero tuve miedo"
Tribunales
José Luis M. admitió ayer ante el jurado haber disparado a Francisco Javier, aunque dijo que intentó darle en el hombro para que tirara el machete, “temía que le hiciera daño a mi madre”
Tal y como esta previsto, José Luis M. fue el último en declarar ante el jurado popular que le juzga desde el lunes por el asesinato, a la puerta de su casa, de Francisco Javier Balseiro de un disparo de escopeta mortal en la cara en abril de 2024.
Lo hizo ayer en la última sesión previa a los informes finales de las partes, respondiendo solo a las preguntas de su defensa y mostrándose arrepentido, incidiendo en que lo “siento muchísimo” y en que su intención “no era ni de lejos acabar con su vida”, siendo consciente, afirmó, del “dolor que le he causado a la familia, es muy buena gente, humilde y espero que el tiempo que pase en prisión le sirva de algo”.
Durante su declaración, señaló que la víctima y él se conocían desde pequeños, “siempre fuimos amigos, aunque últimamente no nos lleváramos bien, yo no quería matarle, no le mataría ni a él ni a nadie”.
Según explicó, los problemas entre ellos comenzaron hace unos años por motivos de drogas. “Mandaba a gente por mi casa a montar el espéctaculo, los eché de allí y Fran se enteró y se enfadó. Era muy violento y las drogas no le sentaban bien”. A partir de ahí tuvieron varios encontronazos, “un día vino y estaba gritándome que si iba detrás de la mujer, le dije que me dejara en paz y me golpeó con una barra de hierro. Otro día tiró piedras a mi casa”.
La noche del crimen, José Luis relató que estaba en su vivienda. “Yo en la parte de arriba y mi madre en la de abajo, cuando escuchamos un golpe muy fuerte, como una patada en la puerta. Fui a abrir y le vi allí con una barra de hierro y un machete y cerré, pero seguía diciéndome que bajara ‘cabrón, cobarde’ y entonces cogí la escopeta y abrí”, dijo.
En ese momento, “disparé un cartucho de sal al suelo para que se asustara y se fuera pero se acercaba más y me dijo algo de mi madre y mi hermana no sé muy bien, lo tenía encima y entonces intenté darle en el hombro para que tirara el machete. Fue todo muy rápido”. José Luis insistió en que “lo hice para defenderme, conozco a Fran y temía que me hiciera daño a mí o mi madre”. A consecuencia del tiro, que le impactó en la cara, “se desplomó ante mi puerta, pero al principio no le vi una herida tan grande y lo retiré de allí, fue entonces cuando me di cuenta de que sangraba mucho”.
El acusado también admitió que ofreció varias versiones a la Policía. “En ese momento estaba en shock, necesitaba tiempo para aclararme y dije que había sido otra persona, pero después me di cuenta de que los policías sospechaban y les conte todo y colaboré con ellos”, señaló, mientras explicó que “Fran sabía que yo tenía una escopeta como yo que él tenía una pistola, porque si andas con drogas tienen que tener un arma". También declaró que ese día había consumido alcohol y drogas y que llevaba una temporada mala, también con medicación.
La víctima recibió un disparo con el cañón a menos de un metro
El informe de la autopsia realizada por los forenses del Imelga concluyó que Francisco Javier murió a causa del disparo que lesionó los vasos cervicales, las arterias y venas que conectan con los órganos vitales, desangrándose. Los facultativos durante su declaración en el juicio, coincidieron en que el impacto se realizó a una distancia máxima de un metro desde el cañón de la escopeta, algo que también aseguraron los peritos de criminalística.
Explicaron que a mayor distancia, la carga de perdigones se expande y el cuerpo habría presentado otras 'lesiones satélite". Sin embargo, en este caso, había una gran carga que se dirigió desde la mandíbula hacia abajo, llegándose a encontrar restos del cartucho cerca de la clavícula.
Lo más relevante del análisis fue la trayectoria del disparo. A su juicio, quien apretó el gatillo estaba en un plano superior a la víctima, es más, se situaría a la altura de las manchas de sangre encontradas en el marco de la puerta. No pudieron aseverar con rotundidad que el fallecido estuviera agachado pero sí que la distancia en altura entre uno y otro era muy superior a los 15 centímetros del desnivel de la acera o de la estatura entre ambos.
El propio acusado señaló que le disparó a una distancia y luego la víctima llegó hasta su puerta y se desplomó, aunque los forenses sostienen que murió allí mismo, a la entrada por la forma de las salpicaduras de sangre y por la imposiblidad de caminar con esa lesión.
En todo caso, José Luis aseguró no encontrar explicación porque “se me venía encima”.
No hubo reconstrucción
A pesar de las dudas respecto a cómo se produjeron los disparos y de que el procesado renoció los hechos a la Policía después de sus primeras versiones, nunca se llegó a realizar una reconstrucción del crimen para aclarar posibles contradicciones. El hecho de que la víctima estuviera en un plano inferior puede indicar que el agresor le disparara cuando él estaba casi en el suelo, lo que reforzaría la indefensión o una refriega anterior, pero también que Francisco Javier respondiera con su cuerpo ante el primer disparo.
Los forenses también confirmaron que el cuerpo presentaba lesiones en la espalda compatibles con el arrastre.
No se analizaron restos de sal en cartuchos, ni ADN en la barra
La sorpresa de la jornada llegó con la declaración de los peritos del laboratorio encargados de analizar las muestras recogidas por la Policía. Confirmaron que el machete tenía sangre de la víctima y que en el agujero que había en el coche, donde llegó el primer tiro, había restos de disparos, pero el perito no pudo decir si había sal ya que que no le encargaron analizar si había dicha sustancia, fundamental para sostener o tirar por tierra la versión del acusado. Tampoco se enviaron muestras de la barra metálica, tal y como confirmaron desde el laboratorio.
La guinda llegó con la declaración de la Policía sobre el volcado del móvil del acusado. Mostraron una imagen de José Luis posando con la escopeta y leyeron un mensaje en el que él le decía a la víctima que la próxima vez que fuera por allí estaría preparado. Sin embargo, cuando la defensa pidió que se mostraran las imágenes que envió Francisco Javier, un disco ‘encriptado’ lo impedía. La magistrada admitió que se mostraran las que tenía el abogado a la Policía, a pesar de las protestas de la Fiscalía y acusación. Finalmente se pudieron ver las imágenes de la víctima con el machete, otra con su expareja y otra persona también con una pistola y cuchillos y un mensaje amenazador.
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