Las granjas escuela advierten de que están al borde de la quiebra

El Kiriko lleva más de un año cerrada con su personal en el ERTE ante la imposibilidad de asumir las condiciones exigidas por las administraciones para retomar su actividad

En El Kiriko viven 40 animales que suponen un gasto mensual de más de mil euros en cuidado y alimentación.
En El Kiriko viven 40 animales que suponen un gasto mensual de más de mil euros en cuidado y alimentación.

Tras un inicio incierto, el curso escolar ha podido desarrollarse sin grandes problemas a pesar de la pandemia. Pero si bien la mayor parte de las actividades lectivas se retomaron con los nuevos protocolos de seguridad, las aulas de la naturaleza quedaron al marge, permaneciendo cerradas desde hace ya más de un año.

La granja escuela El Kiriko, situada en Fornelos de Montes, era un destino habitual en las excursiones de los colegios vigueses, que este año no ha podido recibir a los escolares ante una normativa especialmente estricta que les impide retomar la actividad. “Trabajar con un monitor cada cuatro niños en el interior y cada seis en exterior es inviable, repercutiría enormemente en el coste y los clientes no estarían dispuestos a asumirlo, estas restricciones y ratios tan exigentes son irracionales, no se nos puede comparar con otras actividades ya que aquí los niños están al aire libre, en espacios grandes situados en el medio natural”, asegura su propietaria Lucrecia García.

Desde el inicio de la pandemia, El Kiriko tan solo pudo acoger unos breves campamentos de verano durante el mes de julio. Ahora acumula varios meses en una situación crítica, y en el caso de que la situación no mejore, el cierre definitivo está ya encima de la mesa. “Estamos tirando de fondos personales para poder aguantar, la situación es desesperante”, asegura García.

Esta granja escuela llegó a dar trabajo a más de veinte empleados que ahora se encuentran en el ERTE. Sin embargo, hay gastos que tienen que seguir asumiendo. Como su propio nombre indica, El Kiriko es una granja en la que viven 40 animales, cuyos costes de alimentación y cuidado superan los mil euros al mes. “Es una ruina, los animales no entran en el ERTE”, apunta la propietaria.

A pesar de todo, durante los últimos meses la demanda por parte de los colegios no ha dejado de crecer y “es un tipo de actividad que los niños necesitan, están incluídas en el curriculum de muchos centros y con la situación actual de poco contacto con el medio natural, creo que es más necesario que nunca”.

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