El descenso de gaviotas lleva al “paro” a las águilas de O Berbés
La visible caída del número de gaviotas rebaja la intensidad de las patrullas de cetrería con sus águilas en la lonja del Berbés, que vigilan desde las 5 a las 12 de la mañana
El control aéreo del Berbés está a cargo de cuatro águilas de harris, dos de ellas de sonoros nombres, “Fraga” y “Bruja”, que han conseguido mantener a raya a las gaviotas y evitar que el puerto pesquero sea un comedero para estas aves y un motivo para recibir una sanción de las inspecciones sanitarias.
O quizá habría que hablar en pasado porque la población de patiamarillas ha descendido en picado en las Cíes y también en el centro de Vigo y las águilas ya no tienen tanto trabajo como antes. Solo cuando llega un barco del cerco o litoral, que suelen traer el pescado a la vista en la cubierta, vuelve una ola de gaviotas y actúan las guardianas del Berbés como antes.
El resto del tiempo, los cetreros, Iván Domínguez y Daniel Martínez, realizan una ronda por los muelles que se alarga desde las cinco a las doce de la mañana, cuando la actividad se encuentra al máximo en el recinto portuario. Ambos forman parte de la plantilla de Control de Fauna, la empresa especializada contratada por la Autoridad Portuaria que también presta servicios en Peinador.
Daniel Martínez estuvo en el aeropuerto, donde el trabajo es incluso más delicado por cuanto se trata de que no haya aves sobrevolando la pista cuando los aviones despegan o aterrizan, evitando accidentes aéreos. En Peinador también usan águilas de harris, de menor porte que otras como la real, que llegan a pesar cinco o seis veces más, y además halcones, que cuentan a favor disponer de un radio más amplio de actuación.
Pero en O Berbés hace falta más contundencia con las gaviotas, que solo se asustan de verdad ante la presencia de las águilas. La experiencia acumulada dice que los halcones pueden acabar batidos, como antes pasó con un dron que no funcionó y un pájaro mecánico que fue atacado con éxito por las patiamarillas. Las águilas juegan en otra liga: aprensan a las aves y no las sueltan.
“Pueden matar las gaviotas, y eso que son muy duras, porque está en su naturaleza apresar. Pero nuestro trabajo no es acabar con ellas, sino controlarlas, y de hecho hemos recuperado algunas para curarlas”, explica Iván Domínguez mientras realiza un recorrido con sus águilas por el interior del puerto. Ambas son todavía jóvenes, ocho años, para una especie que puede vivir entre 25 y 30, y están muy acostumbradas a sus cuidadores, que las sueltan y vuelven a su guante a su llamada, siempre con un premio para garantizar su fidelidad.
Señala que en efecto, se nota un descenso muy evidente del número de gaviotas que achaca a una combinación de factores, el primero la desaparición de restos de pescado, que ahora se procesan, así como de vertederos. Lo cierto es que los estudios científicos no han conseguido dar con una respuesta y es probable que sean varios factores, incluida una enfermedad que afecta a las especies marinas, y que ha reducido en un 80 por ciento la población de las Cíes en lo que va de siglo. Y también en O Berbés.
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