Fernando Ramos
La trovadora de Juan Carlos I y su historia
Resultan francamente curiosos el entorno, orígenes y trayectoria de Laurence Debray, la cronista, declarada admiradora y autora real de varios libros, incluidas las comercialmente promocionadas como memorias del rey honorífico, que no emérito (cosa que no existe) Juan Carlos I. Sorprende, pero menos, al recordar quien es su padre, por lo Laurence, en sus años más mozos llegó a participar en unos cursos de formación de jóvenes revolucionarios marxistas y comunistas que se impartían en la isla de Cuba. Estudió Historia y Literatura en La Sorbona, Economía en la London School of Economics y en la Escuela de Estudios Superiores de Comercio de París (HEC). Su padre, Regis, de una buena familia burguesa francesa, era un admirador del Che, y hasta viajó a Bolivia para unirse a la guerrilla, pero fue capturado y encarcelado. No obstante, sigue recayendo sobre él la acusación de haber sido quien reveló donde se encontraba Ernesto Guevara, lo que facilitó que fuera capturado y ejecutado.
Aparte de sus libros sobre Juan Carlos, tiene otro famoso, titulado “Hija de Revolucionarios”, en los que glosa la vida de sus padres. Régis Debray y la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos. Los dos, pese a su origen burgués, asumieron la causa revolucionaria de Fidel Castro y el Che. En 1967 Régis Debray se unió a la guerrilla del Che en Bolivia como agente de enlace y fue detenido. El Che consideraba que era demasiado blando para guerrillero, pero que podía ser útil para la propaganda. El Che fue capturado seis meses después de Debray. El 31 de agosto de 1996, en Buenos Aires, la primera hija del Che, Aleida Guevara, acusó a Debray de haber “hablado más de lo necesario”. No obstante, aparte de Debray, otros acusan al argentino Ciro Bustos, que era otro de los que habían estado con el Che de ser el soplón del caso.
Cuando capturaron al Che, el francés fue acusado de haberlo traicionado y al tiempo condenado a treinta años de cárcel, de los que cumplió solo cuatro gracias a los buenos oficios de su familia y de la diplomacia francesa. Vivieron luego una época bohemia, pero volvieron al primer plano con la llegada de Mitterrand. A él lo colocaron como asesor del presidente, y ella como directora de la Maison de l'Amérique latine. Laurence pasó un verano en Cuba, en un campamento de las juventudes comunistas dedicado a la formación de perfectos revolucionarios. De ahí a convertirse en una admiradora del sucesor de Franco a título de rey va a un gran trecho.
A su padre no lo han perdonado. Y siguen circulando historias y documentos, donde lo acusan de traidor. En ese sentido, Eduardo Febbro ha escrito un documentado informe sobre el asunto, donde recoge datos de cómo fue la captura de Debrey y que señala revelaciones como ésta: “A Debray no teníamos necesidad de torturarlo para que hablara. Tenía tanto miedo que cuando le soplábamos los ojos se ponía a llorar", contaban los militares bolivianos. Otra parte de esta historia es el compromiso de Francia de cumplir determinados acuerdos a cambio de la liberación de Debray y que no cumplió. El acuerdo era amplio. Francia se había comprometido a entregar lanchas fluviales para la Fuerza Naval boliviana, equipamiento completo para un batallón de ingenieros, entrenamiento a pilotos de la Fuerza Aérea y un hospital militar. Bolivia estaba gobernada entonces por el general Juan José Torres, un militar considerado de izquierdas, que había llegado al poder mediante un golpe de Estado y luego fue derrocado por otro golpe por Hugo Banzer.
Hasta De Gaulle intervino para pedir que se perdonara a Debray. Y fue el general Torres en persona, en contra de la opinión de los militares, lo decidió. Para liberarlo y mandando fuera del país se montó una operación especial, ya que se encontraba custodiado en una división del ejército desde la cual se dirigían las operaciones contra la guerrilla del Che. Cuando lo fueron a sacar, Debray pensó que iban a fusilarlo. Estaba muerto de miedo. Sobre el padre de Laurence y su trayectoria, se han escrito cosas como ésta: “Debray escribe numerosos ensayos y, como muchos otros ex aventureros de izquierda, sus ideas huelen a salones para damas elegantes y asustadizas que acuden de vez en cuando a los confesionarios. París no entregó jamás las piezas del intercambio. Debray nunca pagó sus deudas. Ni con Bolivia, ni con la historia de América Latina”. Pues, ya ven la hija.
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