Manuel Orío
La tela de araña
Como estamos ante el último pleno del año y su convocatoria ha coincidido con nuevos e inquietantes datos que comprometen de un modo muy expeditivo y concreto al partido en el poder, el presidente del Gobierno ha decidido borrarse y, pretextando la necesidad imperiosa e irrenunciable de asistir a una reunión de alto nivel internacional aunque sea por vía telemática -lo que le permitirá sostenerla desde su despacho de Moncloa- ha decidido darse de baja de la convocatoria y dejar que los leones le rujan a María Jesús Montero a la que, por si era poco, le acaban de detener a uno de sus más amados protegidos, el ex presidente de SEPI, Vicente Fernández Guerrero. La detención de este caballero que en 2018, una vez cumplido su trabajo de compadreo, cesó en su puesto e ingresó en la plantilla de Servinabar de la que es accionista mayoritario Santos Cerdán aunque él lo niegue cerrilmente, se conecta con la de la fontanera Leire Díaz, que ejercía como jefa de prensa de la Empresa Nacional del Uranio (ENU) en aquellos días, hasta que también se fue de allí para ejercer de directora de relaciones internacionales de la Dirección General de Correos. Ambos, junto al amigo de Cerdán Antxon Alonso, han sido detenidos mientras una división de la Policía Nacional entraba en las dependencias de la compañía aérea Plus Ultra para hacer un concienzudo registro. María Jesús Montero firmó un rescate en el tiempo de la pandemia consistente en 50 millones de euros. Ayer detuvieron a su director general Roberto Roselli y a su presidente Julio Martínez. La compañía tiene hoy un solo avión operativo y treinta trabajadores. Los investigadores sospechan que es un instrumento para blanquear dinero venezolano y detrás de esta operación asoma la sempiterna figura de José Luis Rodríguez Zapatero, convertido en un fantasma lobista de tomo y lomo.
Ante este panorama no es extraño que Pedro Sánchez arguya una reunión internacional para agazaparse donde menos se le vea. Estoy convencido que preferiría estar atado de pies y manos en un caldero a punto de convertirse en menú de una tribu de caníbales. Pero las cosas vienen como viene. Y mucho peor vendrán casi seguro.
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