El sanchismo es una enfermedad

Publicado: 05 ago 2024 - 03:32

De pura inflexibilidad, Sánchez no sabe negociar. Toda su habilidad social diplomática, al igual que toda su habilidad política, consiste exclusivamente en el chantaje. Y, por su propia falta de recursos, y por conocer bien tal estrategia, se muestra incapaz una y otra vez de pelear cuando el chantajeado es él. Se vuelve un corderito inofensivo a quien cualquiera puede someter, y con él a toda la nación, que es el verdadero drama. El presidente, que si es socialista yo soy el papa de Roma, acaba de dinamitar la igualdad de los españoles, pactando la salida de Cataluña del Régimen Común y permitiendo que la Agencia Tributaria catalana pueda recaudar el 100% de los impuestos. Los niños mimados del procés ya tienen su regalo de Reyes.

Vaya por delante que no creo que el socialismo sea sinónimo de igualdad, sino antónimo; pero como ellos sí lo creen, o eso dicen, la decisión del presidente para investir a Illa y de paso conservar su poltrona monclovita es un despropósito demasiado grande incluso para alguien que vive en el esperpento continuado. Cataluña consigue su independencia de facto, y Sánchez sigue en La Moncloa. Eso es todo. Los perjuicios que esta locura, si nadie lo frena, causará a todos los españoles, con perdón, se la soplan, por no decir que se la refanfinflan.

El Gobierno ha premiado a los traidores secesionistas en todos los frentes posibles, haciendo de los golpistas ciudadanos privilegiados, desde los indultos hasta la amnistía, coronados ahora con una orgía fiscal para su particular disfrute, y para el mantenimiento de sus históricas corruptelas. Sánchez es el mal padre, el que premia al hijo más llorón, vago, y caprichoso perjudicando una y otra vez al que no protesta, al que se limita a cumplir sus obligaciones con honradez y lealtad.

Habla Sánchez de un paso hacia el federalismo como si alguien hubiera votado, siquiera en referéndum, por una España federal. Habla el infecto documento acordado entre el PSOE y ERC de “garantizar el catalán” en Cataluña, cuando lo único que no está garantizado es el español. Consolida el papelillo repugnante el proyecto faraónico de las embajadas catalanas, promete su ampliación, e incorpora a Cataluña en organismos internacionales como la Unesco, o en las reuniones de seguridad de la OSCE. Por eso se ha dado a conocer un 31 de julio, casi desde la playa, y en letra diminuta. Para que ni siquiera podamos salir a la calle a montar en cólera por este atropello.

La respuesta, en ese partido herido de muerte, ha sido la de siempre: únicamente la pataleta de Page, que Sánchez ya se toma a cachondeo. Esta inmensa traición, no ya a España, sino a todos cada uno de los ciudadanos españoles que votamos en la Constitución una nación de libres e iguales, debería hacer desaparecer para siempre aquel partido que una vez, con Felipe González, fue nacional y trató de ser socialista. Hoy es sanchista a secas. Y el sanchismo es una enfermedad del alma. Y la ruina de una nación.

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