José Teo Andrés
Lo que era aquel barrio de la ferrería
Es que nadie aconseja al doctor Pedro Sánchez de ser más precavido cada vez que abre la boca para afirmar algo solemnemente porque sus palabras rebotan sobre su credibilidad e imagen? Y se queda tan fresco. ¿Cómo es posible que diga que apenas conocía ni sabía nada propiamente del camarada que lo acompaña, precede y sostiene su carrera política para acceder a la presidencia del Gobierno? Pese que apenas lo conocía, fue el argumentador suyo para la moción de censura a Rajoy, luego elevado a ministro, destituido sin saber el porqué, salvado como diputado. Curioso personaje Ábalos, feminista cualificado, por ser socialista, aunque como miembro del partido vanguardia de la clase obrera, su currículum laboral en su oficio de profesor de escuela se reduzca oficialmente a tres meses, sí tres meses, de trabajo. El resto fue carrera en la política y otros campos y aficiones.
Son realmente peculiares y repetidos los recursos dialécticos de Sánchez para justificarse y tanto vale decir que mentir no es cambiar de opinión, hasta entonces fundamentada, según decía, en unos principios que le legaron sus padres y el compromiso permanente con la verdad como divisa. De ahí que tales bases morales fueran reversibles, ya fuera cuando pactar con Podemos dejara de perturbarle el sueño, pasar la línea roja del impensable pacto con Bildu, que la amnistía dejara de ser no constitucional, como ya predijera cuando se manifestó contrario a que un político indultara a otro o que lo de Cataluña fuera un delito de rebelión y no de sedición, que luego con sus socios sacaría del Código Penal. Todo es cambiar de opiión. ¿Y los principios son como los de Grocho Marx?
¿Cómo puede decir Sánchez ahora que, “desde el punto de vista personal, Ábalos era un gran desconocido para mí”? ¿Cómo puede decir eso del compañero de viaje, del hombre en quien depositara toda su confianza para la secretaría general de organización del partido y uno de los más importantes ministerios? Se supone que haría previamente una evaluación de su carrera, cualidades y disposición. O es que eso se hace en abstracto, ¿pero basado en qué? Resulta patética, otra vez, la escapada de Sánchez por no tiene otra vía. Claro que como dijera Alfred. Aunque más preciso fue Nietzsche, quien sentenció que “la mentira más común es aquella con la que el hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano”.
Y en el mismo lote que estas declaraciones, otro gesto que refleja su precariedad, el reconocimiento de que tiene deudas pendientes con Puigdemont y los suyos y que va a repararlo para ver si se reconcilia con los siete votos que le son imprescindible para seguir en la Moncloa y ver de recomponer la mayoría parlamentaria, donde otras grietas las abren los de la extrema izquierda que no se compagina con las exigencias de Junts, si bien todos forman parte de esa mayoría social de progreso que dice Sánchez. Y el hombre echa mano de lo que puedo, decretos leyes o lo que sean, que tanto criticaba antes como forma de gobernar.
Y siempre contará con ese coro entusiasta que lo anima para que no desfallecer frente a las insidias del fango. En ese lote hoy es variada la masa incluida. Hasta el propio filósofo Fernando Sabater, quien dijera que “para oponerse a Sánchez no hace falta ser de derechas, sino sensato. Una persona de izquierdas bien informada también debería estar en contra”. Claro que hay que tener en cuenta que se ha instalado, al tiempo, que toda crítica a Sánchez te convierte en persona de derechas o peor, como ya les ocurre a varios ex ministros y destacados miembros del partido socialista. Y por si fuera poco, Koldo, ayer fiel celador de sus resguardos para hacerse con el partido, y el desconocido Ábalos y familia tiran de la manta y ponen en riesgo a un hombre confiado, que nos enteraba de sus andanzas, porque realmente, los desconocía.
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