Quemados

Publicado: 12 dic 2025 - 04:00

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Opinión. | Atlántico

Mi felicitación navideña, por las redes y el correo electrónico (ya nadie usa el papel para esto), este año será un precioso paisaje que me ha enviado mi amigo Paco Somoza desde Zamora, mostrando un monte consumido por las llamas. A mis amigos y conocidos les deseo, junto con esta imagen desoladora, un feliz 2026, mejor que este año en el que todavía zascandileamos y del que salimos, no solo por los incendios del pasado mes de agosto, que consumieron casi el uno por ciento de todo el territorio nacional, quemados. Chamuscados, ya digo, por muchas cosas: ha sido, y todavía lo está siendo, un mal año.

No sé usted, que supongo que también, pero a mí, esta política que hacen quienes dicen representarnos de una u otra manera me tiene, ya digo, francamente quemado: leo en los periódicos los titulares de cada día y me pongo de los nervios, francamente. A veces trato de sacar a flote mi gastado sentido del humor y hablo de que estamos en Koldavia, o en Abalolia, o en Leirelandia, o incluso en Fuegonia. Pero, tras compartir unas risotadas con los amigos, vuelvo al talante serio: así no podemos seguir, les digo, y ellos están de acuerdo conmigo, pero de inmediato volvemos al fútbol y los canapés. Que arreglen el mundo ellos. Y así no hay manera.

Quemados estamos aquí casi todos, incluyendo, me parece, a esos que ostentan y están a punto de detentar el poder, y digo detentar porque ya no tienen ni mayoría ni autoridad moral para seguir en él. Sí: para colmo, también se quemaron, literalmente, este verano mi jardín y mi coche, y de milagro no mi casa: aún sigo 'celebrándolo', cuando se cumplen cuatro meses de aniversario, con excavadoras en mi terreno, cuando ya mis responsables municipales parecen haber olvidado que seguimos en estado de catástrofe.

Y es eso lo que me tiene verdaderamente más quemado que los árboles calcinados que durante tantos años he visto crecer y he tenido que talar: la constatación de que aquellos a los que hemos dado el poder, y no me refiero, obviamente, solo a ciertos alcaldes y ciertas corporaciones municipales, no son dignos de él. Por spuesto, pienso en la corrupción rampante, en el desprecio oficial a principios básicos de la democracia, como son la legalidad, la seguridad jurísica, la separación de poderes o la veracidad, y entonces me chamusco.

Pediría a alguna organización de la sociedad civil que instaure la palabra 'quemados' como un resumen de este 2025 que se nos va y que este jueves celebró la última sesión del Parlamento (menudo año nos han dado esas comisiones de control, maaadre mía...) y que la semana próxima registrará la comparecencia de Pedro Sánchez en esa famosa última rueda de prensa del curso político, en la que teóricamente debería pasar revista, a preguntas de los informadores, a los tremendo acontecimientos del año, pero que sin duda consumirá en hablar de los logros económicos y de lo bien que va España.

Y sí, ese ejercicio de falta de autocrítica, ese alarde de síndrome de Hubris (la enfermedad anímica del poderoso, que cree que todo lo hace bien, que los demás somos idiotas, que es impune y que todo le es debido), me tienen más quemado que San Lorenzo en la parrilla de El Escorial. El espectáculo moral es peor aún que el físico que ofrecían nuestros campos ardiendo por los cuatro costados de la Península Ibérica, mientras las distintas administraciones, central, autonómicas y locales se echaban la culpa mutuamente del horror, sin acertar a ponerle coto.

El caso es que las ayudas prometidas a los más de cincuenta mil afectados por los incendios del verano no han llegado a nadie, que yo sepa (aquí, las ayuda tardan lo suyo: no es por desanimar a nadie, pero aún están aprobando las debidas a a los afectados por el volcán en La Palma, hace de esto cuatro años, no le digo a usted más). Claro que no puede esperarse algo mucho mejor de un Gobierno que no gobierna, porque tiene cosas más importantes en las que pensar, como su supervivencia hasta esa meta de 2027, estación Termini a partir de la cual nadie sabe qué nos va a ocurrir.

Y eso, claro, es lo peor: que lo que nos tiene quemados, mucho más que el presente, es el futuro. ¿Es esto lo que queremos para nuestros hijos? No haré más preguntas, Señoría. De momento, ahí va mi felicitación con el desolado paisaje pintado por Somoza, todo cenizas y palos negros. Para que no olvidemos que los incendios, los de todo tipo, se apagan en invierno, no en agosto.

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