Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
La presencia en Santiago de Compostela de la princesa de Asturias para recibir la Medalla de Oro de Galicia, ha generado una doble controversia. Primero por la ausencia de la alcaldesa de Santiago en el acto y segundo por el pobre y circunstancial discurso con cuatro frases en gallego, casi pintorescas y tópicas y para de contar. Cabe decir que la señora Goretti Sanmartín debe saber que el cargo que ocupa tiene tres dimensiones en sí mismo: Para sus correligionarios, ella los representa en cuando a su ideología; en segundo lugar, ostenta un cargo democrático por elección, sin duda. Pero también ocupa un cargo institucional que, como tal, debe representar al conjunto de los ciudadanos, y no sólo a quienes piensen como ella, sino a todos los ciudadanos de Compostela. Siempre recuerdo que hasta cuando el alcalde de Roma era comunista nunca dejó de acudir al acto de homenaje a la Purísima Concepción en la plaza de España, representando a la ciudad en su conjunto. Es decir, asumía su papel institucional.
En cuanto a la concesión porque sí de la Medalla de Oro de Galicia, aprovechando que anda por aquí la hija mayor de Felipe VI, hay otras consideraciones. La princesa va a ir recoletando medallas parecidas por el resto de España, pero en este caso, el asunto debería haberse meditado más. La evidencia de la deriva del acto fue su lamentable discurso, cargado de tópicos. En Cataluña, cuando habla, su discurso se hace siempre en catalán. Aquí ha enjaretado un par de párrafos en gallego, donde lo que destaca es lo bien que se come en los "furanchos". Ninguna referencia seria a la historia, la literatura y el conocimiento de Galicia. Si la entrega de la medalla fue un acto rutinario que devalúa el propio sentido de la condecoración en sí misma, este discurso de tópicos es la justa respuesta.
Como estas cosas las ajusta la Casa Real, y asegura que se nota la mano de Letizia Ortiz, poco se ha empeñado la ex periodista asturiana en dotar a su hija de perfiles para armar un discurso coherente, respetuoso y con contenido. Que la princesa no pronunciara un discurso en gallego, como hace en catalán cuando le toca ir por allí, denota algo más que un descuido, es un desprecio al considerar que aquí, con hablar de lo bien que se come y los furanchos se sale del paso.
Pues no. Si la Xunta se ha esmerado en celebrar un acto rutinario, casual, ni la necesidad de motivarlo, sólo porque la niña anda por aquí, la Casa Real debería haber demostrado mayor respeto al significado del día, a su significado y a la historia de Galicia. Porque al conceder esta medalla de modo tan frívolo se devalúa la medalla misma y los méritos de quienes la han recibido antes. Claro que aquí no tenemos, por ejemplo, la sensibilidad de los británicos. Como se recordará cuando la reina de Inglaterra otorgó la Orden del Imperio Británico a los Beatles, varios veteranos de la Segunda Guerra Mundial y otros hechos relevantes, la devolvieron a palacio, debidamente empaquetada y contra recibo, por entender que su sacrificio quedaba devaluado.
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