La persona y el personaje

Publicado: 04 dic 2025 - 01:15

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Opinión. | Atlántico

Tras días de silencio, evitando a los periodistas en el Congreso, Pedro Sánchez ha dado una entrevista en RTVE. El objetivo no era responder a las acusaciones de Ábalos, el propósito era "reconquistar" a Puigdemont y los suyos. Porque, sin ellos, la legislatura está agotada.

Una vez más, "donde dije digo, digo Diego" y, con el gesto contrito, reconoció que no se habían cumplido los compromisos acordados. Esos mismos que negoció Santos Cerdán en sus innumerables encuentros con el expresident huido. Lo tenía fácil. Feijóo, en su permanente improvisación, había acudido a pedir al empresariado catalán que convencieran a Junts para apoyar una moción de censura. El ala conservadora del PP se echó las manos a la cabeza (incluidos los dirigentes catalanes), ¿Cómo iban a negociar con quien declaró la independencia? Pues bien, si Feijóo, con tal de llegar a la Moncloa, ofrecía pactos, con más razón Sánchez podía cumplir sus quiméricas promesas para quedarse en el mismo sitio.

Vendido el objetivo principal de la entrevista, se trató, como de pasada, sobre las palabras, con veladas y explícitas amenazas de tirar de la manta, del que fuera su mano derecha en el Gobierno y en el partido. Y la explicación es muy creíble: Ábalos y Cerdán fueron sólo esos fieles escuderos que hacen el trabajo sucio de pactos, acuerdos y cesiones innombrables con discreción y obediencia. Son los personajes políticos. Las personas, detrás de esos nombres y esas caras, carecían absolutamente de interés. Sus dificultades, familiares, sus flaquezas, su machismo, sus ansias de incrementar los ahorros no servían para consolidar el poder del líder y, por tanto, ni se les miró.

Claro que Pedro Sánchez nunca "conoció" a la persona que había detrás del nombre de Abalos. ¿Para que? De esa falta de empatía podrían hablar, y mucho, dos mujeres a las que se usó y se dejó caer con la misma frialdad. Una es Carmen Calvo, que fue su vicepresidenta, y la otra, Adriana Lastra, que le acompañó, defendió, y sirvió desde el primer día de su retorno al poder. Y, como a José Luis Ábalos le cuesta hablar desde la cárcel, ha encargado la portavocia a su hijo, que fue acusado de ser su testaferro. Lo primero que ha contado es que la mano derecha de Maduro, Delcy, no vino a España invitada por su padre.

El solamente fue el encargado de arreglar el follón de Barajas, obedeciendo las órdenes del presidente. No parece que este relato descubra un gran secreto. Se sabia que Abalos había ido allí, de madrugada, porque un ex presidente de la máxima confianza de Moncloa, con grandes intereses en Venezuela, había querido hacerle el favor al régimen chavista de introducir a la vicepresidenta en Europa, donde tenía prohibida la entrada. Es el mismo que se negó a condenar el pucherazo que mantiene ahora en el poder a Maduro, hasta que Trump decida invadir el país.

El problema de utilizar a los personajes, ignorando a la persona, es el que el ser humano es las dos cosas a la vez. Y la ambición no justifica la cosificación de aquel a quien utilizas.

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