Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Está tan alejado de la realidad, tan fuera de lo que dicta el sentido de la responsabilidad y el sentido común, que los afines a Pedro Sánchez, incluidos los medios de comunicación adictos, intentan culpar a la organización de la Vuelta del fiasco de su última etapa.
En lugar de ser una fiesta se convirtió en una batalla campal con niños huyendo despavoridos agarrados a la mano de unos padres más despavoridos todavía, bicicletas caídas, vallas de contención derribadas, policías aguantando como podían los embates de los manifestantes para no responder con igual agresividad -ha habido más de veinte policías agredidos-, el centro de Madrid convertido en una escena dantesca más que la celebración de un evento deportivo, hasta que se decidió cancelar la última etapa y la ceremonia de clausura.
El presidente de Gobierno y sus ministros han perdido la noción de la realidad. Con sus denuncias a Israel sin diferenciar entre el pueblo israelí y su gobernante y empecinados en apoyar a los manifestantes con el argumento de que ejercían su derecho a expresar su indignación por el genocidio de Gaza, no han sabido reaccionar con la eficacia necesaria para que ese derecho no se convirtiera en una violenta batalla campal.
De nuevo un sector de españoles, no pocos, sienten vergüenza ante gobierno inútil, en el que su capacidad de corrupción es pareja a su incapacidad de resolver los problemas más acuciantes. Por no mencionar que un día sí y otro también destroza también la imagen de España en el ámbito internacional, con un Sánchez empecinado en decisiones erradas en un momento en el que más que nunca los gobernantes deben moverse con máxima cautela y compromiso con la paz y la estabilidad, con iniciativas estén perfectamente medidas y analizadas sus consecuencias.
Este Gobierno ni siquiera es capaz de celebrar un acontecimiento deportivo, antepone la ideología a cualquier otra circunstancia. Y el deporte no es una cuestión menor. Está directamente relacionado con el reconocimiento público de un país, el orgullo ciudadano hacia su patria y tiene un papel fundamental en la economía a todos los niveles.
Pedro Sánchez no es de tomar decisiones sensatas, valientes; que prioricen los intereses de los ciudadanos y potencien el papel de España. Pero nunca como ahora se le está viendo como un hombre a la desesperada. Probablemente es consecuencia de que no ha sabido responder con inteligencia a la corrupción que ha involucrado de lleno a sus más importantes colaboradores y a su familia.
Tan a la desesperada que se arruga ante un problema tan frecuente como las protestas para boicotear un acto de trascendencia internacional y ni siquiera respalda a sus fuerzas de seguridad, que saben cómo actuar en estos casos.
Por cierto, si se confirma la noticia de El Debate de que dio refugio durante meses en Moncloa a su hermano y familia tras solicitar residencia en Portugal para pagar menos impuestos, entonces hasta los más cafeteros reconocerán, al fin, que no nos merecemos este jefe de Gobierno.
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