El paso por Exteriores

Publicado: 19 may 2024 - 05:09

Una de mis experiencias profesionales más sorprendentes fue un breve paso por el ministerio de Asuntos Exteriores donde me llevó una extraña carambola administrativa que me mantuvo formando parte de su plantilla en Madrid durante casi dos años. En realidad fueron dos las sedes en las que desempeñe mi cometido, porque cuando ingresé, además de su vieja situada en el Palacio de Santa Cruz próximo a la Plaza Mayor donde radicaban varios servicios de carácter más ceremonioso, la mayor parte de sus instalaciones las albergaba el edificio de la plaza del Marqués de Salamanca que el ministerio hubo de abandonar en 2004 por problemas estructurales graves, para trasladarse provisionalmente a nuevo domicilio en la calle de Serrano Galvache hasta que el enclave abandonado concluyera un amplio programa de rehabilitación. Se culminó casi veinte años después y el ministerio retornó a este domicilio en octubre de 2021. Fue en verdad una experiencia completamente nueva y sumamente gratificante.

Ojeando los terribles sucesos de Afganistán en los que un grupo de seis turistas españoles procedentes de Cataluña han sido tiroteados en la provincia de Bamyan que han provocado la muerte de tres de ellos –una mujer y su hija y otro miembro del colectivo- mientras un cuarto permanece herido de extrema gravedad, recuerdo las permanentes advertencias que se emitían desde la sede del ministerio advirtiendo públicamente de la extrema peligrosidad de ciertos destinos y las constantes rogativas para que los viajeros se abstuvieran de visitarlos. Los destinos contraindicados se reflejan todos los días en la web del ministerio y los anuncios tienen un claro acento de ruego angustioso porque el personal del ministerio conoce a la perfección los desastrosos efectos que produce la desatención de estas informaciones. Yo tuve el infortunio de asistir a uno de estos desastrosos episodios y colaboré en el rescate de algunos viajeros sedientos de aventura y muy interesados en conocer lugares extremos, intensos y exóticos a los que hubimos de repatriar fallecidos y en situaciones que dejan huella indeleble en los funcionarios y en el ministro al que le toca una amargura semejante como le ha pasado a José Manuel Alvares, con el que por cierto coincidí varias veces en el ascensor de la casa durante aquella fructífera y sugestiva etapa. Lo estará pasando muy mal, el hombre.

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