Julia Navarro
Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces
Hace ocho meses el Papa Francisco visitó la isla griega de Lesbos, a la que llegaban innumerables refugiados sirios, y anunció que recibiría a doce de ellos en el Vaticano para darles cobijo.
Todos sus protegidos, presentados como como ejemplo de solidaridad para los demás católicos, eran musulmanes.
Por aquellas fechas Donald Trump, del que sólo unos pocos alocados creían que llegaría a presidente de EE.UU., rompía las buenas formas con groserías, aunque introducía algunas verdades: las grandes víctimas de la guerra siria eran los cristianos, a los que la administración Obama se negaba a acoger, mientras aceptaba a musulmanes.
El Papa hablaba del islam como religión de paz, y decía que el Corán no ordenaba persecuciones religiosas.
Es extraño que un papa jesuita, por tanto muy sabio, olvide que el Corán es solamente parte del islam, aunque sea su base.
Porque al margen de las división guerrero-doctrinal entre sunitas y chiitas, Francisco parece desconocer que hadizes y sunna crean diferentes islamismos, actualmente con notable crecimiento de los más violentos con apóstatas y con quienes rechazan sus creencias.
El Papa, y coincidiendo con las Navidades, acaba de decir que los cristianos sufren más persecuciones que los primeros mártires en alusión aparente a los de oriente cercano, donde estaban sumamente extendidos cuando apareció Mahoma con sus guerras de expansión religiosa.
Donald Trump será presidente de EE.UU. tras conseguir millones de votos de cristianos insistiendo en sus denuncias sobre el islam violento, negado por Hillary Clinton por corrección política, y pese a los grandes atentados islamistas.
Trump, además, daba cifras sobre refugiados: Obama había admitido a 10.745 musulmanes sirios y sólo a 56 cristianos, cuando por ser el diez por ciento de la población del país deberían haber sido 1.080.
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