Usted paga el doble por la luz

Publicado: 02 nov 2025 - 02:30

Lucía tiene una panadería en Verín. No entiende de megavatios ni de “procedimientos de operación”, pero sí de números: harina, horno, sueldos, alquiler… y la luz, que es un coste importante en su negocio. Un día está viendo la tele y le dicen que “el precio del mercado eléctrico había caído a cero”, sonrió. Al mes siguiente, abrió el sobre de la factura y se quedó helada: pagaba más. No es un caso raro. Es la historia de mucha gente después del gran apagón.

Todo empieza el 28 de abril. Se va la luz, vuelve la luz y Red Eléctrica decide operar la red de una forma que denominan “operación reforzada”. A partir de ese día el sistema se maneja de forma mucho más conservadora. Más centrales firmes (fundamentalmente gas) entran en el sistema, aunque el mercado no las pida. Más órdenes de última hora, más controles para que la red no vuelva a tambalearse. Suena bien. Pero no es gratis y los costes adicionales se ocultan en conceptos como restricciones técnicas o servicios de ajuste.

Lucía pregunta: “¿Entonces por qué me enseñan los precios cero?”. Porque el cero es el escaparate, la construcción del relato; la realidad está en lo que te pasan por el banco a fin de mes. A mediodía, con mucho sol, el precio baja: cero. Pero para que el sistema pueda funcionar, el operador ordena arrancar centrales que dan estabilidad —inercia, control de tensión, reservas— y, a veces, ordena parar renovables que ya habían ganado su hueco en el mercado. Todo eso se paga. No lo verás en los tuits de celebración, lo verás en la factura, diluido en conceptos que nadie entiende.

Mientras tanto, desviemos la atención. En público hablan de “transición imparable”. Por detrás, órdenes diarias para encender, apagar o subir potencia de centrales de gas. Es la forma más cara de comprar seguridad: a golpe de instrucción. Si de verdad necesitamos firmeza y control, lo honesto sería admitirlo y empezar por no cerrar las centrales nucleares que ofrecen, precisamente, eso que necesitamos. Sin embargo, tenemos un Gobierno que prefiere el titular antes que la responsabilidad.

Todo esto tiene daños colaterales. Cuando se ordena parar a una planta renovable que ya había sido aceptada por el mercado, se rompen sus números. El proyecto ingresa menos, el banco lo ve más arriesgado y la próxima inversión tendrá más riesgo. Es paradójico: el mismo discurso que presume de récords renovables alimenta, por la puerta de atrás, la desconfianza que encarece esa transición. Más incertidumbre, menos inversión. Lucía no necesita un croquis para entenderlo: le sube la factura y punto.

¿Y si le contáramos la verdad a Lucía? ¿Y si el recibo de la luz viniera de otra manera? Imagina que el recibo de Lucía viniera con tres renglones nuevos y sin trampa. Uno: Estabilidad del sistema (lo que cuesta mantener la red firme cada día). Dos: energía vertida (las renovables que hemos tenido que parar y cuánto cuesta). Tres: red y cuellos de botella (dónde falta “autopista” para la electricidad y cuánto nos cuesta no tenerla).

Con eso sobre la mesa, la política tendría que elegir entre dos caminos. El fácil: seguir vendiendo los precios cero como si fueran el precio real y pagar la estabilidad por detrás, ocultamente. El serio: admitir que la electricidad no es solo producción de energía, es energía + estabilidad + red+demanda, y diseñar reglas para comprarla al menor coste posible para el ciudadano. Lo segundo exige trabajo; lo primero solo titulares.

¿Y qué haría alguien que de verdad creyera en la competencia y en la transparencia? Cuatro cosas, sin fuegos artificiales. Uno, publicar cada día el coste de la operación reforzada y su traducción a la factura de un hogar y de una pyme. Dos, dejar de improvisar y gestionar la política energética con visión a largo plazo. Tres, acelerar las inversiones en la red; sin autopistas, da igual cuántos coches compres. Cuatro, trabajar sobre la demanda; si la demanda no aumenta, lo que estamos haciendo no tiene sentido.

La moraleja no es técnica, es de honestidad. El apagón nos obligó a conducir con más cautela (en realidad nunca debimos dejar de hacerlo). Pero si esa cautela encarece el recibo, dígase. Si estamos expulsando del sistema energías renovables, cuéntese. Si la red es el cuello, inviértase ahí antes de prometer milagros. Lo contrario es hacer pasar por barata una electricidad que se está volviendo cara por diseño. Tenemos un sistema eléctrico que no está a la altura de lo que queremos hacer con nuestra economía ni de los planes energéticos que tenemos sobre la mesa.

Lucía, al final, no quiere discursos. En 20 años la factura se le ha multiplicado por dos, esa es la realidad. Mientras el Gobierno presume de precios cero, los ciudadanos pagamos cada vez más por la electricidad. Esa historia sí la entiende todo el mundo. Ahí no engañan a nadie.

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