Un pacto de estado como en Portugal

En Portugal los grandes partidos que conforman su Asamblea Nacional -el Parlamento- pactaron hace unos años desarrollar una línea ferroviaria entre Lisboa y Oporto, que seguiría hasta Braga y que podría y debería extenderse hasta a Galicia, uniendo las tres grandes ciudades, los aeropuertos y el puerto de Leixoes. Es una decisión estratégica y lógica que se convirtió en un asunto de Estado. El compromiso es sencillo: quien esté en el Gobierno luso mantendrá presupuestos e inversiones para lograr el objetivo. Eso hace un país bien estructurado y con ideas claras. Portugal es un buen ejemplo.

En cambio, en España parece utopía un pacto de Estado que asegure que una decisión se alargue en el tiempo al margen de quien esté al timón. El último pacto importante era sobre el Sahara y Mr PS se lo saltó inclinándose ante Marruecos después de que seis presidentes mantuvieran, con matices, la misma opinión sobre la antigua provincia, de cierta neutralidad o al menos de equilibrio entre las partes.

Para construir el AVE de Vigo a Oporto, que es en realidad la línea entre Galicia y Lisboa, habría que llevar a aprobación en el Congreso lo mismo que hizo la asamblea nacional lusa. Pero eso, me temo, es soñar. Sin pactos firmados ni compromisos todo es etéreo. Ayer, responsables de los dos lados, del Gobierno de Galicia y alcaldes y representantes de la Región Norte de Portugal, reclamaron plazos concretos con 2030 como frontera: aunque se trata de una meta imposible porque no hay tiempo, vale como horizonte. El Gobierno portugués ya dijo alto y claro donde procedía, en la Cumbre Ibérica, que quiere la línea de alta velocidad entre Lisboa y Vigo con preferencia absoluta sobre cualquier otra propuesta. El Ejecutivo español, aunque por voz de un secretario de Estado, que no es un ministro ni mucho menos, parece haber corregido su rumbo. Lo veremos si el acto de ayer en Vigo sirve para avanzar en acuerdos tangibles y no se queda en la foto.