Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Aunque el diario, que Juan Luis Cebrián, fundador de El País, califica de “boletín oficial del sanchismo”, trate de reducir el efecto de la explotada imagen del retorno triunfal de la secretaria general de Esquerra Republicana, Marta Rovira, hay una realidad evidente. Tan segura está de su victoria sobre el Estado, que lo primero que hace ha sido emplazar al doctor Pedro Sánchez a que se siente con ella a negociar la financiación singular para Cataluña y otra serie de medidas para, como bien, dice, retomar el asunto donde quedó en 2017, en orden al objetivo final, o sea, la independencia. Esta vez, su partido tiene a mano dos elementos de presión a utilizar, no sólo ayudar a que el secretario general del PSOE siga estable en la Moncloa, sino a que Illa alcance la presidencia de la Generalitat, asunto de trato aparte y contraprestaciones determinadas.
Sánchez, que es hombre de principios sólidos y de palabra tiene que estar disgustado, pero es flexible como el junco para hace de la necesidad virtud y cambiar de opinión, sabe manejar el lenguaje y recomponerse, si el caso se presenta. Pero debe estar un poco preocupado por la feliz retornada indemne de la Rovira ya de regreso victorioso a su patria lo contradiga, celebre su victoria sobre el Estado y la “mafia de la toga” que la persiguió y diga que viene a terminar la obra iniciada en 2017, aunque el anhelo viene de atrás, como alcanza la amnistía misma, mientras él sostiene que el procès está liquidado y que el perdón extensivo ha sido bueno para España y que ahora en Cataluña prima la normalidad política. Pero parece que no. Sánchez es un optimista. Y sobre todo sabe cambiar de opinión.
El doctor Sánchez es el paradigma de lo que psicología se denomina “disonancia cognitiva” que describe la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Dicho más vulgarmente, es actitud del sujeto que dice, anuncia y proclama enfáticamente una cosa y hace lo contrario.
Por eso hay que agradecer a la Rovira, como a los otros consocios de Sánchez, que hablan claro. Y esta dice “Hasta que no tengamos claro el cumplimiento y el calendario [de los acuerdos suscritos para la investidura de Sánchez] será muy difícil dar apoyo a la investidura”. O sea, que los tratos están abiertos, pero la mejor de sus frases ha sido “Tengo muchas ganas de explicarle al señor Pedro Sánchez por qué aún se tiene que mover más por Cataluña. Con la presencialidad, ganaremos”. Sin duda. De momento, sin ceder en nada, en nada, sigue derrotando el Estado opresor del 155.
En este retorno triunfal, a la espera de que llegue Puigdemont, Marta Rovira viene a ser, por su carácter simbólico como un San Juan que precedió la llegada del Señor. Y los partidarios del fugado no pierden la esperanza. En todo caso, su prevista vuelta va a ser el definitivo retorno victorioso y esperado. Cierto que, entre tanto, ERC recupera por encima de él la vanguardia negociadora con la organización territorial del PSOE en Cataluña. Y, para empezar, o seguir, el desmonte de las estructuras del Estado en aquella comunidad, hay que retornar no ya el pacto fiscal que Arturo Mas propusiera a Rajoy, comienzo de la obra que la Rovira viene a concluir dando forma al llamado “Concierto catalán”, o sea, la plena autonomía fiscal, disfrazada con una pequeña cuota de solidaridad.
Lo más insólito es que un partido que se dice socialista, porque algunos ya dicen que no les parece mal, acepte que la vecindad civil de los ciudadanos del conjunto de un Estado, determine derechos y deberes distintos. En resumen, que uno de Premiá de Mar sea, a todos los efectos, un ciudadano distinto de otro de Ponferrada, Betanzos o la Almunia de doña Godina. Porque lo infame es que la llamada singularidad catalana, no sea sólo una cuestión cultural, sino una cuestión de plena identidad nacional, de la que hay de disimular su sustrato étnico, aunque expansivo, como el caso de que un descendiente de andaluces como Rufián (al que Heribert Barrera habría motejado de “charnego”) que se refiere a su patria que no es la de su padre, su madre y sus abuelos. Insisto en agradecer las palabras de la Rovira porque desdicen el optimismo crónico del doctor Pedro Sánchez, en que todos los pasos que se den, empezando por el concierto económico tienen que objetivo “ganar soberanía”, reduciendo la que el Estado ejerce en Cataluña, hasta la victoria final.
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