Opinión

Un largo adiós

Se nos ha ido Concha Velasco y no creo que exista persona de buena voluntad que no la llore. Concha Velasco era una mujer espléndida que transmitía luz y belleza. Ahora no está de moda ni es prudente decir en alto que una mujer es muy guapa, pero con su permiso me voy a arriesgar y voy a decir que sin necesidad de tener que serlo, Concha Velasco era una mujer muy guapa o al menos a mí así me lo parecía. Recuerdo que hace muchos años, llegué a la playa de la Barbeira en Baiona una luminosa mañana de principios de junio y no estábamos en aquellos arenales más de cuatro personas. Una de ellas era ella, yo fumaba entonces, no tenía fuego, se lo pedí porque habíamos extendido la toalla relativamente cerca, y me quedé transido. Seguramente no ha pasado a la historia del cine estrictamente por su belleza, pero a mí me pareció guapa como ella sola. Y además fue gentil, amable, serena, adorable y estupenda. Ella me olvidaría al instante mismo de encender el cigarro. Yo no he olvidado este modesto episodio en lo que me va de vida.

En el compromiso ideológico, Concha Velasco se declaró socialista desde el primer momento. Hija de un comandante de Caballería y una maestra devotamente republicana, Concha se postuló donde y cuando quiso y a nadie le importó nada su posicionamiento político porque a Concha Velasco la adoró justa y merecidamente todo el mundo de la derecha, del centro y de la izquierda, de arriba y de abajo, ricos y pobres, jóvenes y viejos, grandes y pequeños, rubios y morenos Todos lo quisimos mucho y ella ese cariño se lo ganó a pulso. Estaba en su pleno derecho de optar por lo que le diera la gana y lo hizo con pasión y entrega cuando el PSOE merecía la pena y apostar por aquella idea renovadora era apostar por una propueta que apostaba por la integración que proponía un horizonte nuevo y que aceptaba a quien llegara a él siempre que lo hiciera con buena voluntad y espíritu de compromiso. Si el planteamiento era ese, nadie preguntaba de dónde venía uno y  que había sido de su anterior vida. A última hora y cuando a Concha le preguntaron por lo mismo respondió: “yo ya no soy de nada”. Nos ha pasado a muchos.

Qué mal se lleva eso de renunciar por fuerza a su luminosa sonrisa, a la chispa que se asomaba a sus ojos… Qué pena nos da a todas las buenas gentes tener que decir adiós a Concha Velasco. Una tragedia.

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