Opinión

Un amigo nuevo

El triunfo electoral de Geert Wilders en los Países Bajos –ahora por lo visto ya no se le puede llamar Holanda como antes- añade un  nuevo motivo de fricción a un continente que se está entregando peligrosamente a los extremos. Wilders es, al parecer, un político de temperamento excitable y doctrina férreamente conservadora, que ha irrumpido en el ámbito parlamentario de su país lanzando rayos y truenos contra todo aquello que a su juicio puede desvirtuar el equilibrio económico y social de su tierra, utilizando los viejos argumentos que procuran cargar con la culpa de los problemas propios a los demás. Propone por tanto aplicar la teoría del cierre a cualquier influencia exterior y la drástica supresión de cualquier atisbo de colaboración y solidaridad con otras naciones de su entorno más necesitadas, a las que tacha de indolentes y poco productivas. La vieja historia de América para los americanos, teñida de naranja y trufada de triunfalismo, radicalidad, fatuo orgullo y soberbia. Ayer inició su futuro periodo de mandato –todavía necesita pactar para formar gobierno- arremetiendo contra  Italia y España a las que considera tierra de vagos en comparación con esos ejemplares holandeses altos y rubios, productivos y respetables que seguramente van a salvar Europa.
Es cierto sin embargo que España no puede seguir endeudándose sin freno por mucho que Sánchez haya decidido correr ese riesgo y cuando la granada estalle ya hablaremos. Dice esta nueva estrella de la política continental que los españoles no hacemos otra cosa que pedir dinero y que cuando nos lo dan, nos lo gastamos y volvemos a dormir la siesta, un posicionamiento no solo populista y lesivo sino mentiroso que pregona el cariño que nos tienen ciertos países europeos. Pero también es verdad que no podemos seguir gastando lo que no tenemos y tapando nuestras miserias con declaraciones grandilocuentes como ha acostumbrado a despachar la vicepresidenta Calviño a la que parece que todo le da igual. Ella se irá a esa Europa que tan mal nos quiere y lo que deje aquí ya lo arreglará una incompetente de libro como Montero. Si Europa ha amparado, tolerado y protegido seis años a un prófugo de la Justicia española como Puigdemont sin empaquetarlo para su país al segundo día de fuga, es que nos toman por el pito del sereno. No nos faltaba más que el tal Wilders.

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