Fermín Bocos
Lo que le importa a la gente
Como el que no se contenta es porque no quiere, nosotros nos contentamos echando un ojo sobre Francia, aquellos vecinos que nos miraban antaño por encima del hombro y nos despreciaban olímpicamente desde su condición de europeos civilizados y dignos, tratando de no contaminarse con la presencia de los españoles cejijuntos, morenos y tocados bien con una montera bien con un tricornio de guardia civil, que babeaban en los cines del otro lado de la frontera y eran todos franquistas lo fuéramos o no, olvidando frecuentemente que el general De Gaulle era como Franco pero con 1’90 de estatura.
Hoy Francia ha perdido todo el brillo y toda la grandeza que la distinguía y es un país en la encrucijada, disconforme, incendiado, confuso y sin confianza en sí y en sus instituciones y nosotros nos sentimos más rumbosos fijándonos en sus miserias y su permanente inestabilidad que no augura nada bueno.
Es todo un bálsamo para quien prefiere ver la paja en el ojo ajeno y se olvida de la viga en el propio hablando en términos bíblicos, y prefiere no reflexionar sobre una situación que se está poniendo perdida ahora con las lechugas y las chistorras que han convertido el digestivo vegetal y el suculento embutido navarro en sórdidos argumentos para ocultar mordidas, enriquecimiento culpable, financiación ilegal y un dilatado capítulo de indecencias que afectan en principio a un primer escalón del golferío socialista y que irá ascendiendo en el escalafón hasta poner en evidencia al señor X o el dueño del supermercado que distribuye las chistorras, las lechugas y los chuletones. El que ahora se distingue por haber inventado ese código de comunicación tan cañí para tapar tanto lodo es el que tomó la palabra durante la moción de censura para predicar sobre corrupción y extender la especie de que los justos, los buenos, los limpios eran ellos. Madre de Dios.
Menos mal que nos queda Francia y nos fijamos en ella para tratar de lavarnos de cuerpo y alma. Sus agricultores tirarán nuestra fruta por su asfalto y la emprenderán a palos con nuestros conductores. Pero por mucho que se intente, esa no es la cuestión. La cuestión está en casa.
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