Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Una concepción puramente individualista de la libertad, que suele acompañar algunas posiciones liberales doctrinarias extremas, entiende la libertad como una capacidad para el uso y disfrute exclusivamente individual. La libertad, según estas interpretaciones, es solo libertad para mí, me interesa la libertad de los demás en tanto en cuanto se erige como una garantía de la mía propia; en última instancia concibo la libertad de los otros como una limitación de la mía, porque donde empieza aquella termina esta.
En la tesis contrapuesta, desde las posiciones socialistas –y también, por cierto, desde las nacionalistas-, se entiende la libertad solo en un sentido colectivo, la libertad de una clase universal o la libertad nacional, de modo que las libertades individuales aparecen sometidas, o condicionadas por los intereses superiores que el Estado debe administrar.
Esta contraposición clásica entre libertad e igualdad ha estado presente en la secular discordia simbolizada en el enfrentamiento político entre derechas e izquierdas. Sin embargo, los límites de esas mismas definiciones quedan patentes cuando el socialismo moderado se presenta a sí mismo -legítimamente- como defensor de las libertades individuales, y la derecha democrática reivindica –con no menos legitimidad- sus reales e históricas aportaciones a la integración social. Norberto Bobbio, en su sentido alegato sobre la vigencia actual de la izquierda, defiende básicamente esta apreciación.
La utopía socialista, otra cosa son las experiencias socialdemócratas, tiene, desde luego, un valor, -histórico, ideológico, emotivo-, pero desde un punto de vista político ha perdido todo su sentido, según lo prueba el reiterado fracaso de las tentativas de aplicación en tantas latitudes y épocas, y con tantas fórmulas. Y además ha dejado patente su nocividad cuando se establece como guía en la acción de gobierno. Lo mismo podríamos decir de la utopía liberal –si pudiéramos hablar así-, aunque en algunas formulaciones del liberalismo doctrinal cabría más bien hablar de su error de partida, señalado tantas veces por algunos de sus críticos, como lo es la suposición de que todos somos, realmente y en la misma medida, libres y autónomos.
Semejante confluencia deficitaria de las ideologías que han dominado la modernidad política, abre una nueva época en la que aparece con singular potencia la concepción de la libertad solidaria. La libertad concebida desde los postulados del individualismo y la intervención entendida desde el marxismo han fracasado. La segunda tras la caída del Muro, la primera tras la crisis iniciada en 2007-2008.
En realidad, como decían los viejos liberales europeos, la cuestión puede resolverse en este contexto: tanta libertad como sea posible y tanta libertad como sea necesaria. Para ello, es menester revisar los fundamentos del sistema económico desde los postulados de la libertad solidaria.
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