Opinión

El Celta de Vigo

La primera plantilla del Celta ha comenzado a entrenarse en Mos, justo tras los viveros, muy cerca del Mercantil y el campus universitario. No pasa nada. La mayoría de los grandes clubes tienen sus campos secundarios fuera de los municipios donde se asientan y en muchos casos incluso el estadio, como Ajax y Oporto entre otros que forman parte de la aristocracia europea. El Celta sigue siendo el Celta de Vigo y eso difícilmente cambiará, salvo que el futuro, que está sin escribir, nos depare sorpresas hoy impensables. Otra cosa es por qué el primer equipo gallego abandonó A Madroa para trasladarse a las inmediaciones de Puxeiros, casi en el límite municipal con Vigo, donde ayer hubo inauguración. La primera razón sería que el club quería disponer de unas instalaciones propias, como tantas otras sociedades deportivas, y que A Madroa es un terreno en litigio, tras perder el consistorio el contencioso con la junta de montes de Teis. Además, la dirección céltica ha apostado por capitalizar la entidad comprando propiedades, y así nació la sede social en Príncipe. La segunda estriba en las malas relaciones institucionales y la sucesión de desencuentros ya sin retorno entre club y Concello de Vigo, puestos de manifiesto de forma visible en la reforma de Balaídos que el Celta reiteradamente ha criticado. El ayuntamiento de Mos vio la ocasión y ha puesto todas las facilidades, incluyendo su apuesta por una arriesgada operación urbanística para desarrollar un parque comercial anexo que cada vez parece menos probable. En el anterior Plan General vigués había una zona en Valadares dispuesta para una ciudad del deporte, pero esa propuesta, como tantas otras -Porto Cabral entre ellas- plasmadas en un documento de larga tramitación y existencia efímera ya es historia. Empeñarse en lo que pudo haber sido y no fue sólo conduce a la melancolía.

Te puede interesar