¡Jo…, qué tropa!

Publicado: 18 ene 2025 - 01:05

Cuentan que Álvaro Figueroa, conde de Romanones, se empeñó en ingresar en la Real Academia en un tiempo en el que la inestabilidad política era escenario permanente. Visitó uno por uno a todos los académicos y obtuvo de todos ellos la promesa de que votarían su candidatura. En esto cayó el Gobierno y Romanones pasó de ministro a oposición. La respuesta a esta pérdida de poder fue que, cuando llegó el momento de votarlo para académico, no consiguió ni un solo voto. Cuando el ujier le susurró el resultado de la votación, Figueroa visiblemente defraudado respondió entre dientes, “¡joder qué tropa!”.

Se trata de una de tantas anécdotas que ilustran el general sentir de que la política es una actividad sujeta a tales vaivenes que un día uno es dios y al otro un pobre de pedir, cuestión que no debería perder de vista el presidente de un Gobierno que tiene a su mujer, a su hermano, a su antigua mano derecha y a su fiscal, empapelados cada vez con mayor implicación en causas judiciales de verdadera importancia todas ellas además dotadas en su precariedad, de una cola cada vez más dañina. La que corresponde a unas consecuencias de parecida gravedad tanto en el desprestigio personal como en el hecho aún más doloroso de involucrar en los hechos tanto a personas como a instituciones con consecuencias probablemente irremediables. La mano derecha se ha postulado en un papel de chulo de barra americana, la esposa ha optado por un silencio infame ante el juez que demanda explicaciones, el hermano ha protagonizado una comparecencia lamentable que irrita en su estupidez a la juez que instruye su causa, y el fiscal ha elegido el camino de la expiación personal despreciando además el orden jurídico al que sirve y metiendo en el lío a los que le han servido como subordinados cuya reacción comienza a esbozar su intención de abandonar el barco.

Un presidente que tiene que cuidar expresamente los lugares en los que ha de aparecer para que no le insulten, le piten, le tiren huevos y le amenacen con una pala, y que ha de salir por patas protegido por coches blindados y guardaespaldas es un presidente finado que solo puede aspirar al amor de últimos resistentes, Bolaños, Marlaska, Montero, Alegría, Armengol, López y pocos más. Y esos también se piran cuando pintan bastos. ¡Joder qué tropa!, como dijo Romanones.

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