José Teo Andrés
Lo que era aquel barrio de la Ferrería
Tanto en Galicia como a nivel nacional desde hace poco más de dos décadas se comprueba un despegue de la Economía Social, una alternativa empresarial distinta a la puramente mercantil, con importantes repercusiones sociales, ya que su ejercicio va más allá de la mera consecución del beneficio. Las cifras permiten señalar como la Economía Social representa el 10% del Producto Interior Bruto en España con más de dos millones de personas trabajando.
Las entidades que conforman la Economía Social (entre otras, cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, cofradías de pescadores, fundaciones y asociaciones y empresas sociales) suelen estar fuertemente integradas en el territorio donde ejercen su actividad. Lo habitual es que su desarrollo se realice apoyándose en un sistema de proximidad y en unas redes de solidaridad que facilitan la activación de una amplia serie de mecanismos no siempre presentes en las actividades económicas tradicionales.
Precisamente este vínculo entre la actividad económica y las necesidades sociales del entorno facilita la pervivencia de algunas actividades en riesgo de desaparición cuando no se alcanzan los objetivos de rentabilidad requeridos a otras entidades. Las personas socias o trabajadoras de las entidades de Economía Social suelen tener una integración con el entorno, lo que desincentiva los tan frecuentes procesos de deslocalización de la actividad que solo buscan reducir los costes. Justamente la Economía Social defiende el desarrollo endógeno y esto es precisamente unos de sus principales valores.
Las entidades de la Economía Social basan su funcionamiento en la producción local, aportando riqueza mediante la reinversión de los beneficios obtenidos en el territorio donde se desarrolla la actividad, desarrollando un importante proceso innovador. Del mismo modo, también permiten el crecimiento de experiencia e iniciativas que no buscan el mero aprovechamiento económico, esto es, van más allá, de la mera maximización de la cuenta de resultados.
De igual forma, este arraigo se traduce en la utilización de recursos endógenos, tanto naturales, humanos como económicos, generando importantes efectos de arrastre de otras actividades e iniciativas dentro de su entorno. Además, también han demostrado su utilidad como vehículo para la creación de iniciativas empresariales en zonas que han sufrido procesos de desinversión y reconversión industrial, al favorecer la creación de Pequeñas y Medianas Empresas, sobre todo cooperativas y sociedades laborales, impulsadas en la mayor parte de las ocasiones por antiguas personas trabajadoras. Por tanto, se potencia la vocación emprendedora local con un significativo efecto tractor sobre el autoempleo.
Además, la Economía Social contribuye a la creación de empleo estable, sostenible y de mayor calidad, proporcionando una vía de acceso a un trabajo a colectivos desfavorecidos y en riesgo de exclusión social. Además, y en clara diferencia con el comportamiento de otro tipo de empresas que ante adversidades económicas realizan ajustes vía reducción de plantilla para minimizar sus pérdidas, las entidades que integran la Economía Social prioriza el mantenimiento de los puestos de trabajo, aunque esto se traduzca en una reducción de sus márgenes económicos. Algo que sin duda aceptarían sin dudarlo aquellas otras entidades que solo buscan mejorar sus niveles de beneficio.
Asimismo, suelen generar unas necesidades de personal con unos requerimientos que van más allá de las capacidades tradicionales que suele exigir las entidades mercantiles, lo que incide de forma importante en el desarrollo endógeno del capital humano. En esta línea, cabe destacar que uno de los principios básicos de funcionamiento de estas entidades es la formación de sus socios y trabajadores, objetivo al que suelen destinar una parte de sus beneficios. Todo esto vuelve a incidir en el desarrollo del capital humano.
Junto con estos resultados directos, hay otros beneficios derivados del funcionamiento de las entidades de Economía Social que se deben tener presentes. Entre otros destacan la primacía de las personas y el objetivo social sobre el capital, ya que en las decisiones tomadas se prioriza la equidad, el bienestar colectivo y la calidad de vida. En segundo lugar, existe una mayor gestión democrática y participativa, puesto que las personas que las conforman participan en la toma de decisiones de manera igualitaria. En tercer lugar, se produce una importante apuesta por la solidaridad y cohesión social, al fomentar la inclusión de colectivos vulnerables y la igualdad de oportunidades. En cuarto lugar, se realiza un compromiso con el territorio, ya que estas entidades contribuyen al desarrollo local, favoreciendo la creación de empleo en comunidades desfavorecidas. En quinto lugar, se produce una clara apuesta por el desarrollo de productos y servicios sostenibles y respetuosos con el medio ambiente, en clara referencia con los consejos y recomendaciones del Pacto Verde Europeo. Como sexto argumento se podría indicar su capacidad de inclusión de ciertos colectivos que se encuentran en peores condiciones de acceso y promoción en el mercado de trabajo (personas mayores, mujeres, jóvenes y personas con algún tipo de discapacidad). Finalmente, con estas actividades se produce una reinversión de beneficios, puesto que los excedentes se reinvierten en la entidad o en proyectos sociales. En resumen, importantes elementos innovadores dentro del proceso productivo que están en el ADN de la Economía Social.
La Economía Social tiene, por lo tanto, una importante derivada innovadora, que es la consecución de un cambio del modelo de crecimiento económico hacia un nuevo paradigma que lo equilibre con la sostenibilidad. Así, se potencia el bienestar de las personas y su entorno, ya que la mayor parte de sus actividades se desarrollan bajo modelos económicos sostenibles, posibilitando una adecuada transición industrial y energética y desterrando aquellas actividades más contaminantes.
Estas características se ponen de manifiesto especialmente en la relación entre la Economía Social y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) identificados en la Agenda 2030, que configuran el marco de transición hacia ese nuevo paradigma de crecimiento sostenible. Como ejemplo se puede citar el impacto de la Economía Social en la equidad y desarrollo territorial, así como su vinculación con el mejor equilibrio en la distribución de ganancias (objetivos 8 y 10 de los ODS) o el estudio del impacto de la Economía Social en el mercado de trabajo y el empleo de calidad o su relación con la consecución de la igualdad de oportunidades (objetivo 5 de los ODS).
Además, nuestra Comunidad Autónoma es un claro ejemplo del desarrollo innovador de la Economía Social, por su sólida estrategia de descentralización territorial y coproducción y por los esfuerzos realizados en la promoción de la Economía Social y por la gestión flexible en el diseño y desarrollo de políticas en este ámbito de aplicación. En Galicia, el componente innovador de la Economía Social incluye dos principios adicionales respecto al marco español. Por un lado, un compromiso explícito con el territorio y por el otro, un fortalecimiento de la democracia institucional y económica a través de estas actividades. El primero de estos dos principios se refiere a la necesidad de adaptar el marco regulatorio estatal al contexto socioeconómico de Galicia, al incluir las mancomunidades de montes, una entidad fundamental para nuestro medio rural. El segundo se incorpora como objetivo explícito el fomento el emprendimiento social y colectivo, indicando la percepción de la capacidad de la Economía Social para generar empleo de calidad.
En resumen, la Economía Social está llamada a representar un modelo de crecimiento económico alternativo dentro de un marco más respetuoso y solidario y con importantes retos, entre los que destacas la sostenibilidad económica, cooperación, el empleo de calidad y la inclusión social. Las administraciones públicas son plenamente conscientes del papel de la Economía Social. A modo de ejemplo, desde la Administración General del Estado uno de los 12 proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica (PERTE) se destinó específicamente a la Economía Social y de los Cuidados. También desde la Xunta de Galicia se están llevando a cabo una apuesta decidida por la Economía Social.
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