Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Es totalmente cierto que Vigo sería un lugar mucho más bonito si no hubieran desaparecido las playas de Areal Guixar y Beiramar, y con el perfil del antiguo arenal de Bouzas, sin la plataforma portuaria construida el pasado siglo. Y mucho más fácil de recorrer sin miles de turistas pasando por el Casco Vello tras desembarcar de los cruceros o llegar en tren, avión o por sus propios medios para pasar un día, ocupando los hoteles (al 90 por ciento de previsión). Y además, el entorno de Balaídos luciría mejor con una arboleda en lugar de un polígono industrial ocupado por factorías. Pasaría todo esto, pero apenas habría habitantes que pudieran disfrutarlo porque sin puerto, turismo y automoción no habría posibilidades para vivir y el único destino posible de esos pocos viguses sería la emigración, a otro municipio o fuera de España. Que es lo que pasó con la Galicia Arcadia, tan idílica que cientos de miles de gallegos partieron en busca de un destino y una oportunidad. Muchos se embarcaron en el puerto de Vigo hacia América y otros se quedaron en la ciudad, de la que fueron sus constructores reales. Vigo era una pequeña urbe a principios del siglo XX y en los años setenta de la pasada centuria se colocó al frente de Galicia y con opciones de convertirse en una auténtica metrópolis. Que demandó y consiguió servicios, como la universidad, las dotaciones judiciales y administrativas, autovías, autopistas e incluso un aeropuerto y una estación de alta velocidad.
Las ciudades se construyen de abajo hacia arriba: primero se crean estructuras sociales y económicas, que generan empleo y crean riqueza, ciudadanos que contribuyen y demandan. Luego llegan las mejoras, paseos, zonas verdes, bosques y un urbanismo ordenado, con áreas residenciales e incluso recuperar playas perdidas. Mucho más prosaico, más real.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Lo último