José Teo Andrés
El necesario bando del juez
La celebración de un aniversario de la Constitución debería ser una ocasión para el encuentro como país, un momento para reflexionar sobre el futuro a medio y largo plazo: ¿qué hemos hecho bien en los últimos tiempos, qué hemos hecho mal? No diré yo que todo sea lo segundo y no haya nada de lo primero; pero qué duda cabe de que, en cuestión de política pura y dura, es mucho más lo que hacemos mal que lo que hemos hecho bien. Hasta el punto de que la democracia, como la conocemos y deseamos, corre ahora más peligro incluso que cuando la Constitución daba sus primeros pasos en medio de la ilusión colectiva por construir un gran país. Cosa que, por cierto, en su momento hicimos entre todos. Pero ahora...
Ahora, en lo primero que pienso que estamos errando es, precisamente, en no admitir abiertamente que nuestra Constitución necesita un buen repaso que la limpie, la fije, la dé esplendor y la actualice. Veo a las dos Españas, que siempre encuentran un buen motivo para dividirse, fraccionadas también acerca de si nuestra ley fundamental debe o no reformarse: según una encuesta de este sábado, para lo que valgan estos trabajos, este publicado en 'el Mundo', más de la mitad de los españoles, casi el 52 por ciento, cree que la Constitución española de 1978 no es válida en la actualidad (de acuerdo: habría que profundizar en esta respuesta), frente a un 36 por ciento que piensa lo contrario. Aunque yo creo que hay una tercera España, no bien reflejada en los sondeos, pero creciente, que es aquella a la que esta cuestión le es más bien indiferente: el país está, sin duda, algo alienado y más pendiente, ay, de las cosas de comer que de estas 'zarandajas' que más bien tienen que ver con la pureza democrática, que es cosa inaprehensible.
Pero eso sí: un 80 por ciento cree que la Constitución debe ser reformada. ¿En qué sentido, cuánto, para ir hacia dónde? También habría que profundizar en esto, pero no creo que un trabajo demoscópico con menos de dos mil muestras fuese capaz de reflejar bien tanta duda. A veces me pregunto para qué diablos nos sirve el Centro de Investigaciones Sociológicas...
La fiesta de la Constitución, otra cosa que hacemos mal, fue, de nuevo, desangelada, con las ausencias notorias que sabemos y los desencuentros habituales: importa mucho más la inmediatez de los escándalos de corrupción, de machismo, el relato de tanta ineptitud (que, por supuesto, son cuestiones sensibles y preocupantes), que la falta de un pensamiento sereno acerca de quiénes somos, de dónde estamos viniendo y hacia dónde diablos vamos más allá del horizonte miope de 2027.
Faltan, en esta mal llamada fiesta, bastantes representantes institucionales y, más aún, faltan discursos realistas y valientes que admitan, como lo hacen algunos titulares de periódicos, que la Constitución está "herida". Creo que hay que apresurarse a curarla antes de que se nos muera, y entonces qué. Pero sobre esto nadie reflexionaba este sábado en los 'corrillos' del Congreso, angustiados por esta actualidad pringosa que está, simple y llanamente, impidiendo que España se fortalezca como aquella nación esperanzada que surgió de 1978.
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