En Guixar para siempre

La planta de Sogama en Guixar se quedará donde está y no creo que a nadie le preocupe ahora. Acaba de ponerse al día con una reforma por algo más de dos millones con nueva cubierta exterior y un procesador específico para el contenedor marrón de orgánicos listo para ser utilizado cuando el Concello dé permiso de ruidos. En definitiva, una instalación más en la zona portuaria que cumple su función, cada vez más escondida entre montañas de contenedores y la salida del tren de mercancías. Todo de una aburrida normalidad. Tanta, que los más jóvenes probablemente se sentirán sorprendidos del protagonismo que gozó y sufrió, eje central de una bronca monumental que se llevó por delante un alcalde y a punto estuvo de destruir la propia configuración de la sociedad viguesa.

Hace ya más de 30 años, era la “empacadora” y en su entorno se desarrollaron algunos de los peores momentos de la historia local, incluida la presentación de una candidatura municipal de barrio que se quedó a las puertas de conseguir un concejal que habría sido clave. Y que habría provocado con total seguridad la formación de listas similares por toda la ciudad. Mucho peor fue la creación de una guerrilla urbana que montó un tubo que disparaba trozos de hierro hacia la nave en construcción. Y que se llevó por delante la mano de un joven y un autobús, quemado como estúpida señal de protesta. Para los que llevamos muchos años en la trinchera es un asunto para no olvidar, no tanto por lo que sucedió, sino como prueba de que la manipulación puede convertir cualquier cosa en excusa para tomar las calles y montar barricadas. Pasó en aquel Teis/Vigo de 1995 y podría repetirse en cualquier otro momento con una hábil agitación.