Manuel Orío
Todo se sabe
Pasando por alto el acuerdo de paz entre Israel y Hamás, alcanzado tras la mediación del presidente de los EE.UU., Donald Trump; el emir de Qatar, los presidentes de Turquía y Egipto exigiendo una paz justa y duradera para Palestina cientos de personas se manifestaron el domingo en Madrid encabezados por políticos, sindicalistas, personajes del mundo de la cultura y la farándula.
Como si no se hubieran enterado del acuerdo. Ni de la liberación de los rehenes israelíes que mantenía secuestrados desde hace dos años la organización terrorista Hamás, ni de la puesta en libertad de más de doscientos palestinos que cumplían condenas en prisiones israelís. Aceptando que el mencionado acuerdo es insuficiente y que su aplicación depende un hilo, ¿no será mejor un mal acuerdo que la situación anterior en la que los bombardeos eran la diaria tragedia que padecían los habitantes de Gaza y la ininterrumpida tortura del cautiverio de los rehenes israelíes? Quienes se manifestaron denunciando el mencionado acuerdo, ¿preferirían que las cosas siguieran igual? Tanto cuesta reconocer que para los gazatíes, pese a las penalidades que aún padecen, la expectativa actual es mucho mejor que antes del acuerdo. Aunque solo fuera por el cese de los bombardeos y el comienzo de la entrada en la Franja de cientos de camiones con ayuda humanitaria.
La situación en la Franja está lejos de haber quedado resuelta -en Gaza falta todo y de todo. Falta que, si las partes cumplen lo acordado, Israel no vuelva bombardear la Franja y que Hamás entregue las armas, punto del acuerdo que no solo no está cumpliendo sino que está llevando a cabo ejecuciones extrajudiciales, asesinando a integrantes de milicias rivales. Falta que Israel, a su vez, cumpla retirando las tropas estacionadas en la zona y falta iniciar la ciclópea tarea de retirar las miles de toneladas de escombros que conforman el paisaje lunar de Gaza para proceder a la no menos titánica tarea de reconstrucción de las ciudades arrasadas, en las que falta agua, luz, gas y suministros para los hospitales. Pero el acuerdo, a pesar de sus limitaciones y de sus interrogantes, es un punto de partida y esperanza frente a lo que había antes que era la continuidad de la masacre.
Aunque solo fuera por eso ¿no habría que conceder un margen de confianza? Esperar a ver qué pasa y cómo evolucionan los acontecimientos. Pues parece que no, parece que hay quien no renuncia a que, aunque las circunstancias hayan cambiado, les arruinen una buena manifestación. En el fondo Gaza les queda lejos. Allí lo ven de otra manera. La prueba es que, tras los incidentes graves del fin de semana entre milicianos de Hamas y tropas israelíes, las dos partes han vuelto a reafirmar la tregua. Ojalá que dure.
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