Fusiones imposibles

Estoy seguro de que en Sanxenxo hay cierta alegría ante la propuesta de un grupo de estudios de iniciar una fusión con el vecino Meaño. Pero no al revés. Y lo mismo pasa en Lalín, donde se plantea formar algo así como el Gran Deza, aunque con poco entusiasmo por los municipios que entrarían en ese enorme ayuntamiento, por extensión el mayor de España, diez veces el tamaño de Vigo. Es muy difícil una fusión voluntaria, y en los últimos años solo aparecen con éxito las uniones de Cotobade y Cerdedo y la de Cerceda y Oza. La operación más espectacular en España entre Don Benito y Villanueva de la Serena, que daría lugar a un ayuntamiento de más de 62.000 habitantes, el tercero de Extremadura, se frustró cuando tras las elecciones municipales se produjeron cambios al frente de las alcaldías. En Galicia, los intentos desde A Coruña por sumar con Arteixo han fracasado reiteradamente y lo mismo pasa con Oleiros, pese a que conforman una unidad visible incluso geográfica. Otro caso de cajón sería el de Santiago y Teo. Y más claro aún Ferrol y Narón, concellos gemelos donde uno se alimenta del otro y que por separado no son nada y juntos conformarían quizá la tercera ciudad gallega. Así están las cosas y no van a cambiar: manu militari se fusionó Vigo con Lavadores y antes con Bouzas. Sin esas dos uniones habría ahora tres municipios muy independientes, pero sin capacidad para nada importante, ni soñar con servicios judiciales ni autopistas ni universidad. Así son las cosas.