Exteriores y la señora Gómez

El carácter internacional del Gobierno presidido por Pedro Sánchez se está manifestando en estos últimos días en todo su esplendor. La proximidad de unas elecciones destinadas a renovar los escaños del Parlamento europeo parece haber dinamizado los protocolos de política exterior, una novedosa faceta del Gobierno de coalición que nos ha dado a conocer la olvidada figura del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, un distinguido integrante del Ejecutivo que parecía no tener gran cosa que hacer hasta que en estos últimos días se ha elevado la trascendencia de su función al tiempo que se elevaba también el nivel de exigencia. Albares ha pasado de engordar plácidamente sentado en su despacho de la planta noble del ministerio con vistas a la plaza del marqués de Salamanca, a no parar literalmente, asumiendo además misiones de las que dan más disgustos que satisfacciones y que no hay más remedio que afrontar porque donde hay patrón no manda marinero. El acelerón que en materia de política exterior ha resuelto afrontar el presidente como parte integrante de una buscada nueva imagen que catapulte su perfil fuera de nuestras fronteras, ha interrumpido la plácida existencia de este diplomático madrileño al que le han tocado ámbitos muy comprometidos estos últimos meses e intervenciones muy poco agradecidas que se han traducido en la retirada de la embajadora española en Argentina, la declaración de reconocimiento de Palestina como estado independiente junto a Noruega e Irlanda, la incorporación de España a la causa seguida contra Israel en la Corte Penal Internacional, la promesa de una amplia ayuda militar al presidente Ucraniano de visita en España, y la reflexión sobre la conveniencia de retirar también a nuestro representante diplomático en Tel Aviv. Todo ello con las elecciones europeas en lontananza. Lo que pasa es que no todo es materia de satisfacción en este arrebato internacionalizado que pretende el Gobierno, porque entre medias se ha colado la señora Gómez y su presencia no ha hecho otra que desestabilizar el panorama. Y es que, a efectos de la doctrina puesta en marcha por los estrategas de Sánchez, la máquina del fango ha llegado a Europa y la Comisión ha ordenado investigar el comportamiento de la mujer del presidente por si hubiera puesto los dedos en fondos europeos que eso ya es cosa de Bruselas. Esto se está poniendo moreno y más que se va a poner.