El estúpido dilema de la unidad nacional
El mayor cretino de la política española, pese a lo reñido del pódium, sigue siendo José Luis Rodríguez Zapatero. A él le debemos aquella sentencia, que fue sentencia de muerte para la Constitución, aunque entonces no lo sabíamos: “España es una nación discutida y discutible”. España, por supuesto, no era una nación de discutida, ni mucho menos discutible, hasta que el PSOE decidió que podría sacar rédito de que fuera así. Esa fue la primera sigla que perdió, la “E”. Más tarde la “O”, con el primer Sánchez la “S”, y con el segundo Sánchez la “P”, que hoy ya no es un partido, tan solo una banda.
En su enésima traición a los españoles, Sánchez ha pactado que seamos todos nosotros los que financiemos la soberanía de Cataluña. Los independentistas están contentísimos con esto, que además han conseguido sin tener que dar un golpe de Estado o, más bien, recogiendo aún los frutos de haberlo dado hace años, y de haber llevado a La Moncloa al más desvergonzado que había a tiro. Sin embargo, mi apuesta es que los catalanes se arrepentirán. La Generalitat va a recaudar ahora todos los impuestos, y no hay nada más corrupto en España que el socialismo y el secesionismo catalán. Desde ahora sus impuestos servirán, aún más, para financiar embajadas catalanas en Groenlandia, para poder colocar a primos y sobrinas, dejando aparte el preceptivo 3%.
Así logra el presidente mantenerse en La Moncloa un ratito más. Así y cediendo nuevas transferencias al País Vasco, avanzando hacia la desigualdad total entre españoles, y siempre buscando dañar a las autonomías del PP que decidan aliviar cargas fiscales a los ciudadanos.
Con la enésima traición del PSOE a España, y en medio de un desquiciamiento sanchista total, propio de legislaturas agónicas, los españoles observan cómo los nacionalistas y el Gobierno central se están repartiendo la nación a trozos en sus mismas narices, como los ladrones se reparten el botín tras el atraco al banco. La oposición parece tener clara la urgencia de la defensa de España, la Constitución, y la igualdad de los españoles, pero de vez en cuando Feijoo nos desconcierta diciendo que Cataluña necesita más financiación y que con él la tendrá. Descomunal gansada en busca del voto fantasma, ese que algunos en Génova creen que existe, y no existe, que es ese voto de izquierdas y nacionalistas que de pronto, por arte de Alberto, va a votar Feijoo. En las últimas horas, en cambio, ha puesto en grito en el cielo por el acuerdo de Sánchez con los catalanes. Confieso que a veces no sé qué me resulta más extenuante, si la esquizofrenia del Gobierno o la bipolaridad de la oposición.
Sea como sea, pretende el PSOE instalar en la opinión pública que España es una suerte de Estado federal en potencia, como si la división estatal surgida en la Constitución fuera solo una tapadera encubierta para el federalismo. Interesante estupidez que, cómo no, siempre ha respaldado Zapatero. Pero aparte de estúpido, es falso. Quieren los socialistas hablar del dilema de la unidad nacional y es un debate ficticio.
La unidad nacional no la ponen en duda los ciudadanos, excepto porcentajes muy marginales y decrecientes, sino los políticos que se benefician de ello. Hasta ahora solo se beneficiaban los nacionalistas, ahora también se beneficia Sánchez, porque necesita el voto nacionalista para mantenerse en La Moncloa y torpedear desde allí en lo posible las investigaciones judiciales a él, su entorno, y su familia, que casi con total seguridad condicionarán para siempre su vida tan pronto como salga del palacio.
Ni histórica, ni económica, ni política, ni socialmente. No hay ningún dilema aquí sobre la unidad nacional. El único dilema de los españoles es por qué Sánchez sigue ahí vendiendo lo nuestro, lo que no es suyo, a nuestros más feroces enemigos y, a propósito, a los más feroces enemigos de la libertad.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Lo último
Lotería de Navidad
Vigo busca la suerte: más venta de Lotería que en 2024
Balonmano | Liga Asobal
Por unas felices fiestas