Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Hoy es una ruina, pero en 1989 se convirtió en un símbolo de la modernidad como primera estación de autobuses de Vigo. Hasta ese momento, los autocares estacionaban en las calles Pontevedra o Uruguay porque no había un punto de entrada y salida. Así era esta ciudad no hace tanto. Era alcalde Soto -que lo fue durante 12 años, nada menos- cuando recibió una llamada de Fernando González Laxe, entonces presidente de la Xunta. Laxe había sido el protagonista del extraño episodio por el que una parte del PP dio la espalda a Albor y presentó una moción de censura con el PSOE y otros grupos que finalizó con la elección de un joven economista experto en pesca. A sus apenas 35 años fue coronado como el segundo presidente gallego, el primero socialista. Le duraría algo menos de tres años, pero para Vigo fue muy importante porque suya fue la decisión de crear la Universidad (y la de Coruña). También impulsó Ifevi y la estación de buses. Fue la petición que recibió de Soto: una terminal de autocares en la avenida de Madrid, que se aprobó y construyó en tiempo récord. Entonces se estilaban edificios enormes, como aeropuertos, con restaurantes y tiendas, aunque la viguesa nunca acabó de funcionar. Quizá por su propia ubicación, poco adecuada.
Hace tres años funciona la nueva intermodal en Urzaiz, en un emplazamiento perfecto: céntrico, con acceso directo a la autopista y en el mismo espacio que el tren. Un éxito absoluto. La estación en la avenida de Madrid es una chatarra y el Concello ha desestimado la propuesta de la Xunta de reutilizar el espacio para un centro mixto para menores y mayores. El PGOM, cuando se apruebe, dictamina que la parcela sea zona verde. A Laxe le da igual.
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