Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
No hay nadie que sea capaz de devolver la dignidad a la polìtica? Lo que estamos viviendo, entre el asombro y el cabreo, es un espectáculo mediático lamentable, un bochorno institucional y un enfrentamiento viral y estridente, lejos tanto de la reflexión como de la gestión eficaz de los intereses de los ciudadanos y, por supuesto, del bien común.
Es, por un lado, consecuencia de que priman los intereses de los partidos por encima de los intereses generales, pero también de la falta de preparación de quienes nos gobiernan y de poner al frente de organismos, empresas públicas e instituciones a personas sin conocimientos técnicos, sin la más mínima experiencia de gestión ni la preparación mínima exigible -por sentido común y por exigencia de la ley- para el desempeño de esos cargos. Su único mérito es la lealtad perruna al jefe político. Muchos de ellos cobran sueldos que triplican el de quien les nombró y ni en sus mejores sueños habían imaginado llegar a donde han llegado, pasar de un cargo, desempeñado en la mayoría de los casos, con graves errores, a otro mejor y cobrar lo que están cobrando, incluso después de dejar el cargo. No hace falta una titulación universitaria para ejercer un cargo, aunque sea conveniente al menos tener algún conocimiento de lo que se va a dirigir, pero sí, al menos, alguna noción de gestión o haber trabajado antes en alguna empresa, en algún sitio fuera del partido.
Las responsabilidades hay que exigírselas a ellos, pero, sobre todo a quien les nombra porque el daño causado es, muchas veces, irreparable. Podemos hablar de Correos, donde se han cargado una empresa modélica, de Red Eléctrica, de ENUSA, del Hipódromo de la Zarzuela y de casi la totalidad de las empresas públicas, de los Ministerios y de organismos e instituciones donde han ido aterrizando militantes del partido casi como en un bingo: el 23 a Paradores, el 37 a Transportes, el 58 al Consejo de Estado, el 99 a una cátedra en la Complutense sin ni siquiera titulación para impartirla.
Hace un par de meses leí un brillante artículo, lleno de sentido común, de Raisiel Damián Rodríguez González, profesor de Humanidades de la Francisco de Vitoria, en el que afirmaba que si "el partido es el único suelo que se pisa, termina siendo el techo de las ideas". Y añadía: "gobernar no exige coleccionar títulos, pero sí requiere integridad, responsabilidad y conocimiento del mundo real. Lo grave no es carecer de una licenciatura, sino fingirla. Lo preocupante no es no haber trabajado en el sector privado, sino no saber lo que significa vivir fuera del guion político. Cuando el poder se convierte en el único horizonte profesional, el poder deja de ser una herramienta de servicio para transformarse en un objetivo en si mismo". "La polìtica, reiteraba, no se empobrece por la falta de diplomas, sino por la ausencia de biografía real. "la madurez no se improvisa ni se aprende en la burbuja de un partido, donde el tiempo se mide en fidelidades internas, ni en las redes sociales". "El dirigente, concluía, que nunca ha salido del ecosistema partidista termina representando poco más que a sí mismo" porque el cargo "se convierte en identidad y en límite mental".
Son muchos los políticos que demuestran cada día que ponen la obediencia por encima de la inteligencia. El último de infinitos casos es el del poeta Luis García Montero, el viudísimo, que ha enfrentado públicamente y en el peor escenario posible al Instituto Cervantes, que dirige y administra, con la Real Academia de la Lengua y su director, Santiago Muñoz Machado, un ejemplo de excelente gestión, de cohesión y de cooperación con todas las Reales Academias hispanas. El buen gestor es imprescindible que pase antes por el banquillo. Lo otro solo puede dar lugar al sectarismo. Alguno me dirá que Tezanos sí tenía una carrera y conocimientos de sociología. Es la excepción que confirma la regla y la demostración de que algunos, como su jefe, están dispuestos a pervertir lo que sea con tal de seguir en el poder. EL CIS tendrá que sufrir una reconversión profunda cuando él se vaya.
No confío en que Pedro Sánchez vaya a profesionalizar la gestión de lo público, cuando lo único que necesita y exige es la obediencia ciega. Sí me parece imprescindible que el partido que aspira a gobernar en el futuro haga público un compromiso de profesionalización de la Administración Pública y de respeto a la ley en los nombramientos de altos cargos, con transparencia y, si me apuran, con fecha de caducidad para la presencia en la polìtica de todos los cargos. Eso exige, claro, que éstos tengan donde volver a ganarse la vida cuando dejen la política o la polìtica les deje a ellos.
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