Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Dos jóvenes, Pedro del Rincón y Diego Cortado abandonan las casas de sus padres, se conocen, se hacen amigos y, sin planes, deciden acompañar a unos pasajeros a Sevilla. Allí descubren el mundo del hampa e intentan formar parte de él por libre: desploman a un arriero, transportan mercancías, roban a un sacristán. Pero se topan con el jefe de un gremio de ladrones, Monipodio, que les "avisa" de que en su territorio no se puede ir por libre. Les acoge en su casa, les cambia el nombre y pasan a formar parte de su cofradía de criminales: ladrones, golfos, delincuentes, rufianes, valentones arrogantes y prostitutas, una realidad consentida y aun fomentada por la sociedad sevillana de ese tiempo. Lo escribió maravillosamente Miguel de Cervantes hace más de cuatrocientos años en su novela ejemplar "Rinconete y Cortadillo".
Que el patio de Monipodio es una metáfora para describir un ambiente de actividades ilícitas o de delincuentes, lo sabemos. Con las investigaciones de los medios de comunicación, las actuaciones de los jueces, los lapsus de una vicepresidenta del Gobierno -"vamos a tener gobierno de corrupción muchos años"-, la actitud rufianesca de uno o varios ministros, y el fomento de todas esas actividades por parte de una gran parte de la clase polìtica y de la sociedad, lo que parece claro es que si Cervantes hubiera escrito esa obra hoy no la habría situado en Sevilla sino, tal vez, en la sede del PSOE, como antes estuvo en la del PP.
Los mafiosos, los delincuentes no son sólo los ladrones de tres al cuarto, los rufianes de poca monta. Los más peligrosos son los más inteligentes o los que se sirven del poder para medrar. Dice Eduardo Mendoza, gran escritor y flamante Premio Princesa Sofía, que hemos pasado de la desilusión al desencanto y de éste a la indignación. No estoy tan seguro, porque los indignados de hoy, ¿una gran mayoría?, estuvieran dispuestos a tomar la Puerta del Sol de Madrid ni a instalar allí sus tiendas de campaña para protestar. Como la sociedad sevillana de Rinconete y Cortadillo de hace cuatrocientos años, la mayoría se queja en los bares o en las reuniones, pero traga. Como ha dicho Junts, en un brote de inteligencia infrecuente, en vez de "cambiar la hora" (el último conejo que se ha sacado Pedro Sánchez de la chistera) hay que pensar en que es "la hora del cambio".
Hablan por hablar, porque el cambio lo tienen en sus manos, pero mientras puedan seguir chantajeando al débil, dividido e ineficiente gobierno de Pedro Sánchez y chupando del bote, le seguirán apoyando. Y los otros socios de conveniencia, indispensables para mantener activo el patio, seguirán incentivando la polarización, la división artificial de los españoles en dos bandos casi irreconciliables y despertando fantasmas.
Escribe un científico, Sergio Barbero Briones, en la revista "Acontecimiento", que "el temor y el rencor son las dos piquetas que horadan los cimientos comunitarios. El temor al pobre, al migrante, al adicto que clava la mirada en nuestro corazón buscando un manantial; el rencor al que es lo que nosotros no somos, al que posee lo que nosotros ansiamos, al que piensa lo que nosotros no pensamos". El temor, dice, es entumecedor, el rencor es corrosivo. ¿No hay nadie que sea capaz de cambiar esta situación, de devolver a la polìtica su verdadera raíz de servicio a los ciudadanos, de búsqueda del bien común? ¿No levantará su voz esta sociedad contra los que nos quieren destruir como comunidad tolerante, emprendedora, capaz de debatir sin insultar, de acordar sin enfrentar, de sumar en lugar de restar o dividir? ¿No habrá ciudadanos libres capaces de reclamar y exigir que vuelvan valores como la libertad, la dignidad de la persona, la honestidad de los representantes públicos, el compromiso de todos, el esfuerzo compartido, la solidaridad con los que no tienen nada, la independencia de la justicia? ¿No seremos capaces de apartar a quienes juegan temerariamente con lo nuestro, lo de todos, y gestionan lo nuestro en su beneficio particular o partidista? ¿Seguiremos siendo cómplices ante los rinconetes, cortadillos de este tiempo y ante los monipodios que les dan cobijo, refugio y apoyo?
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