Otro ensayo del apocalipsis

En cinco años, dos ensayos: primero, la pandemia; este lunes, el gran apagón, que probablemente habría sido letal de prolongarse durante tan solo una semana. Había que hacer tres cosas, y solo van dos de momento: recuperar la electricidad y con ello la normalidad era lo urgente. Después, en paralelo, conocer los motivos del crack eléctrico de España y Portugal, lo nunca visto después de que Red Eléctrica y una montaña de expertos -destaca el jefe de economía de la SER- aseguraron durante meses la imposibilidad de que se produjera un corte total gracias a la capacidad española de generación. Se ha visto que no era así y la sensación que produce es de enorme fragilidad. Y que la digitalización ha llevado a no tener un plan b: ni siquiera funcionaban los teléfonos fijos al no haber ya dispositivos analógicos. Tampoco la mayoría de surtidores de gasolina por el mismo motivo. Toca resetear para tener al menos una alternativa en comunicaciones, clave. El tercer paso, una vez se conozcan los motivos reales, es pedir responsabilidades, si las hay, por la paralización de dos países. Lo nunca visto. En Vigo hubo suerte con un día espectacular que llevó a miles de personas a disfrutar la jornada a la fuerza, sin móviles ni televisiones ni dispositivos de ningún tipo, pero con una incertidumbre brutal, que habría sido peor de alargarse. Las fake ya comenzaban a circular, aunque a menor ritmo precisamente por la falta de comunicaciones. Paradójico.

Tres añadidos. Uno, que a las dos de la noche más oscura que he visto en Vigo, sin una sola luz, las estrellas eran un espectáculo. Dos, que la causa de la unión ibérica sale seriamente dañada. Y tres, que el kit de la UE no era una tontería.