Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Las encuestas que predicen resultados electorales constituyen uno de tantos accesorios irrenunciables en el conjunto del escenario democrático aunque sus últimas aportaciones al ideario colectivo han sido más bien defectuosas.
El centro administrado por Félix Tezanos lleva una sucesión de vaticinios relacionados con las urnas en los que no dan una. Por eso, la mayor parte de la gente se suele poner más del lado de los augures privados aunque ellos tampoco se están luciendo mucho últimamente
Uno tiende a considerar más sensatas aquellas que pronostican el triunfo del argumento ideológico más próximo, y suele renegarse con mayor vehemencia de las que aparecen bajo el signo de instituciones que dependen del Gobierno que las confeccionadas por empresas especializadas que operan fuera de la esfera del poder, tendencia que se ha radicalizado más que nunca a la vista de las desastrosas profecías que parten de este CIS presidido por un catedrático emérito de perfil francamente mediocre al que solo distingue su cerril pertenencia política, lo que se advierte y certifica cada vez que el instituto hace públicas sus predicciones. El centro administrado por Félix Tezanos lleva una sucesión de vaticinios relacionados con las urnas en los que no dan una. Por eso, la mayor parte de la gente se suele poner más del lado de los augures privados aunque ellos tampoco se están luciendo mucho últimamente.
La más reciente de todas las encuestas se acaba de publicar ayer por la mañana y la firma Sigma Dos ofreciendo unos resultados que apenas se diferencian ni distinguen de los que estaban en vigor antes de producirse la catarata de acontecimientos que han marcado a sangre y fuego estos últimos meses de vida política y que oscilan entre la catástrofe de Levante y las confesiones de Aldama sobre la trama corrupta que supuestamente envuelve a medio gobierno, lo que supone aceptar que el pueblo español está vigorosamente asentado sobre bases ideológicas muy firmes y difícilmente mutables, tan difícilmente mutables que ni bajo la impronta de situaciones extremas como lo son los efectos del temporal y el comportamiento administrativo consecuente, o los ecos de las confesiones del Aldama el reparto que se ha ido sucediendo en estos últimos tiempos no se menea más de un escaño arriba o abajo.
Tal vez estamos ante un divorcio sin precedentes entre el pueblo soberano y sus representantes, o quizá ofrecemos hoy un perfil de madurez severo e impropio de un país tan jaranero como el nuestro. Ya veremos de qué se trata.
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