Fermín Bocos
Zapatero, cada vez más sombras
Cayó en el gobierno local de Pontevedra como agua fría la decisión del Tribunal Supremo de anular la sentencia anterior y avalar la decisión del Gobierno de prorrogar la estancia de Ence durante medio siglo más. La antigua fábrica de celulosa lleva en la Ría vecina desde los años sesenta, cuando le ganó a Vigo la mano y se hizo con la industria. Era alcalde entonces el histórico galleguista Filgueira Valverde, al que se señaló con el dedo durante años. Claro que Filgueira también fue quien salvó de la piqueta el casco monumental pontevedrés, lo que recordaba siempre que salía el asunto de Ence a colación, no sin advertir además que la fea y humeante industria dio cientos de puestos de trabajo a la Boa Vila, entonces clave para que la pequeña capital no acabara desapareciendo del mapa tras haber perdido antes su salida al mar y su peso pesquero, lo que ya resulta irrecuperable. El caso es que tenía el gobierno pontevedrés nacionalista -20 años lleva Lores- grandes planes para el terreno de Ence, que de momento tendrá que guardar en un cajón, mientras un millar de trabajadores celebraban la continuidad.
Es curioso que Vigo perdió en la segunda mitad del pasado siglo en dos ocasiones dos grandes propuestas industriales que acabaron en Pontevedra y Coruña y que con los años acabaron siendo grandes hipotecas. Ence en Vigo habría supuesto la desaparición de alguna playa, probablemente en Alcabre. La otra derrota era la refinería coruñesa, que iba a ir a algún punto de la Ría de Vigo y que tras recalar en el Norte se convirtió en fuente de sucesos en la ciudad herculina, y una auténtica bomba. Vigo fue por otro camino, el doble pilar marítimo y automovilístico y en el siglo XX le fue muy bien. Ahora, ya avanzado el XXI, Pontevedra y Coruña se reinventan, una como ciudad-modelo europea sin coches; la otra como centro estatal de investigación en Inteligencia Artificial. Vigo tiene las luces de Navidad.
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