Dios sabe más

Publicado: 10 may 2025 - 01:10

Si yo fuera cardenal y con derecho a participar en el cónclave para la elección del nuevo papa aprovecharía, antes de nada, para extasiarme en la observación de la Capilla Sixtina, esa obra abrumadora de Miguel Ángel que, a diario, entre empujones y enérgicas órdenes para circular, solo podemos entrever. Estaría allí también, claro, para participar, como observador silencioso, en los debates que el Espíritu Santo ilumina, aunque a veces no lo parezca y escriba en renglones torcidos.

La elección de un nuevo papa no es, como muchos interpretan, un pulso entre tendencias políticas, entre conservadores y reformistas, para entendernos. ¿Será posible explicar las decisiones de la Iglesia con categorías distintas a las de la razón laica? La obra de Pedro ha sobrevivido dos mil años por mantenerse fiel a su propia lógica; influida sin duda por los aconteceres mundanos, pero un poco al margen de su corriente central, de su fuerza de arrastre y confusión. Qué hubiera sido de ella si se limitara a ser una opción más en el entendimiento de las cosas de este mundo. Entre las lecturas que algunos prelados recomiendan, no falta la de Ludwig Wittgenstein, aquel judío –él también- de origen vienés que, renunciando a sus bienes, supo escribir: “cómo sea el mundo es completamente indiferente para lo que está más alto. Dios no se revela en el mundo”.

Arruinada la ensoñación de la razón y la revolución proletaria, le queda a la Iglesia el monopolio de la emancipación, de un más allá trascendente que alienta en las almas de casi todos los creyentes y en las de algunos que no lo son. Durante las largas horas de cónclave fraterno, de sugestivas y estimulantes construcciones dialécticas de tantos doctos purpurados, se abre paso la luz y la lógica inapelable de lo más conveniente para el mantenimiento de la obra de Dios en la tierra, de la gestión de las contingencias que agostan el discernimiento. Algunos han recordado al también ahora desaparecido Vargas Llosa que, aunque declarado agnóstico, estaba “convencido de que una sociedad no puede alcanzar una elevada cultura democrática si no está profundamente impregnada de esa vida espiritual y moral que es indisociable de la religión”.

Son este tipo de opiniones las que llegan del mundo de fuera, del extra omnes, y con todo ello y las reiteradas peticiones de ayuda a lo más alto, “Dios sabe más” dice don Manuel, el párroco de mi aldea, se decanta el pensamiento común y esencial del cónclave. Un modo de entender las necesidades de la humanidad y su iglesia, que se hará obra durante los próximos años, encarnada en la voz, la inspiración y el gesto del nuevo papa León XIV.

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