Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
El prestigioso periodista Michael Reid, columnista de “The Economist”, reconocido experto y analista, en su libro, de reciente aparición “España” (que la crítica especializada considera como el mejor y más completo sobre la España de nuestros días) resume en una frase certera su diagnóstico sobre la situación del país desde que está al frente del mismo Pedro Sánchez. En la página 180 de esta documentada obra escribe, tras referirse a sus más recientes pactos y actos de Gobierno con respecto al independentismo: “Pero en Estado de Derecho ha quedado dañado en beneficio del presidente del Gobierno”. Reid califica de “vergonzoso” el acuerdo político con Junts para la amnistía y considera que los actos de Sánchez desarman al Estado frente a nuevas amenazas, que se complementan con la deslegitimación del Estado español, evidenciado por el ataque a los jueces de sus propios socios y sostenedores que aplican las leyes en vigor y sobre todos sus pactos a precio con Junts y ERC. Pero a este hecho hay que unir la última novedad: Sánchez se ha comprometido para 2025 en romper la Caja Única de la Seguridad Social y transferir esta competencia a la Comunidad Autónoma Vasca, que será reconocida como “nación”.
Una vez completado llegaría el proceso para el acuerdo de un nuevo Estatuto vasco en el que, señaló, se incluiría el reconocimiento nacional de Euskadi, la fijación de una relación bilateral con el Estado y un sistema de garantías para el cumplimiento de los acuerdos. Y eso que cuando se publicó este libro todavía no se había firmado el pacto de Gobierno entre la organización del PSOE en Cataluña y ERC, que cierra el ciclo de concesión de todos los objetivos y cesiones al independentismo en sucesiva progresión: indultos, reforma del Código Penal (supresión del delito de sedición, rebaja de la malversación) y amnistía. El PSC que ahora se define como catalanista, asume el programa de ERC para el pleno reconocimiento de Cataluña como nación en todos los órdenes, y prevé con claridad que se decida mediante consulta privativa que los catalanes decidan cómo quieren que sea su relación con el Estado o la relación misma. Y eso no es lo que dice la “Declaración de Granada”.
Cuando don Claudio Sánchez-Albornoz escribió su “Testamento histórico-político” como remate de una obra dedicada a explicar la historia de la nación española y dejaba un mensaje de esperanza en su futuro del país que el socialista Sandro Pertini, ex presidente de Italia, califica como uno de las grandes naciones de la historia, nunca podría haber imaginado que pasarían por la presidencia del Gobierno dos sujetos que sucesivamente dirían que “el concepto de nación es discutido y discutible” (Zapatero en el Senado, enero de 2004), y que “España es una nación de naciones, formada Cataluña, Euskadi, Galicia…..Y España” (5 de septiembre de 2017).
No deja de ser una curiosa paradoja que en la historia de España no haya habido ningún personaje que haya adobado repetidamente su discurso sobre dos bases: Su compromiso con la verdad “Como me enseñaron mis padres” y unos principios (morales) como rectores permanentes de sus actos, tan invocados para afirmar en la tribuna con Congreso que tales principios nunca le permitirían depender del voto independentistas para llegar a la Moncloa o gobernar el país. Del mismo modo, adornó su discurso con figuras retóricas creativas, orladas de líneas rojas que nunca traspasaría.
Cuando alguien miente de forma repetida deja de tener una respuesta emocional ante sus propias falsedades. Así, y ante una ausencia total de sentimientos esta práctica se hace más fácil y se convierte en un recurso habitual. Por eso, los neurólogos han llegado a la conclusión de que el cerebro de un mentiroso funciona de manera diferente: son mentes hábilmente entrenadas para ese fin. El campo de la psicología y la sociología siempre se ha sentido interesado por el mundo de las mentiras y el engaño. Sin embargo, desde hace unas décadas y en vista de los grandes avances en las técnicas de diagnóstico, es la neurociencia quien nos está ofreciendo una información más valiosa a la vez que inquietante. El cerebro de un mentiroso se conforma a raíz de un conjunto de motivaciones. Podríamos decir que tras esa persona que opta por hacer de la mentira su forma de vida, hay una serie de fines muy concretos: deseo de poder, de estatus, de dominación, interés personal… Es la ideología de quien decide en un momento dado, priorizarse a sí mismo por encima de los demás.
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