Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
La dignidad humana en un Estado social y democrático de Derecho como el que impera en la mayoría de los Estados de nuestro tiempo es la piedra angular del edificio, su principal y más sólido fundamento. Sin ella ni hay Estado digno de tal nombre ni sistema político capaz de proteger y defender a las personas y sus libertades. Por eso, desde diversos ángulos y perspectivas la dignidad humana se nos presenta como la esencia misma del ser humano, el solar desde el que las personas pueden desplegar sus libertades solidarias. Y siendo el ser humano previo al Estado y a la sociedad, es lógico que lo que mejor le define y le sitúa como sujeto de derechos, su dignidad, hay sido objeto de estudios y análisis en todos los tiempos y lugares.
En este sentido, la dignidad humana debe estar reconocida en el Derecho positivo como la principal norma del Ordenamiento, como el fundamento mismo del Derecho y como fuente de los derechos que llamamos fundamentales, o humanos, así como de todos los derechos subjetivos en sentido amplio. No es un concepto filosófico solamente, debe tener consistencia normativa pues el Derecho, tal y como hemos señalado, en todos sus órdenes y manifestaciones, no tiene realmente más función que la de protegerla tanto en la dimensión privada como pública.
A lo largo de la historia hemos comprobado cómo la lucha por la dignidad humana ha sido, y es, una constante de la tensión entre la libertad y su intento de control y dominación por el poder, cualquiera que sea su naturaleza. Hoy, también. Hoy asistimos probablemente a uno de los episodios más dramáticos de nuestro tiempo en el que la vida y los derechos de las personas, también su intimidad, se ofrecen en el altar de la tecnología con tal de ingresar a un mundo virtual en el que la real realidad se desvanece para surcar un mar de ensueño y de posibilidades que terminan por alienar, y de qué manera, a tantos y tantos hombres y mujeres que se encuentran sin capacidad y temple moral para resistir la agresión de la nueva doctrina.
Por eso, defender la dignidad humana hoy, es defender el futuro del ser humano en libertad solidaria.
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