Contamina, que algo queda

Publicado: 18 dic 2025 - 02:45

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Opinión. | Atlántico

La Unión Europea arrastra los pies ante el horizonte medioambiental diseñado, al menos hasta este momento, en las agendas de las principales cancillerías del mundo. Incluida la de Bruselas, como capital de la UE, donde más firme parecía el compromiso con la descarbonización y la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero.

De Bruselas viene la noticia. Con titulares cargados de intención en sus reseñas: "La UE claudica ante las presiones y alarga la vida del coche de combustión" o "Bruselas entierra el veto al coche de combustión, pese al desacuerdo de Pedro Sánchez". Básicamente, consiste en alargar la vida del coche de combustión más allá de 2035, que era la fecha acordada para reducir en un 100% las emisiones de CO2.

Tampoco es tan drástico el frenazo. Simplemente se reduce a un 90% la emisión del elemento contaminante. Es decir, los vehículos cuya emisión contaminante era total, ahora podrá ser solo del 10%. El que no se conforma es porque no quiere, como ocurre con todas las cosas que mueven el mundo, depende del cristal con el que se miran.

La noticia es excelente para los fabricantes de automóviles que más contaminan, los de combustión. Mala para quienes nos habíamos tomado en serio la prisa por sanear la atmósfera que respiramos y respiraran las nuevas generaciones. Buena para el sector automovilístico -muy potente en Europa, especialmente en Alemania- y los cientos de miles de puestos de trabajo que dependen de sus fábricas. Mala para los cientos de miles de alineados en la causa del ecologismo.

Además, topamos con la geoestrategia. El planeta, que solo es uno, sufre las consecuencias de un cambio climático que es interpretado de forma muy diversa, incluso contrapuesta, en el llamado concierto de las naciones soberanas. Imposible obtener una voz única en el inestable tablero de la política internacional. Ni en lo que en España llamamos "transición ecológica" -que cuenta con partidarios de convertirla en compromiso constitucional, pero también con casos de corrupción en empresas "ecológicas" que viven de las ayudas públicas-, ni en ningún otro aspecto de la gobernanza planetaria.

Lo malo es que ese tablero tiende a regirse por la ley de la fuerza. Quiere decirse que estaremos a expensas de lo que diga el más fuerte a medida que van apareciendo gobiernos más comprometidos con el club de la motosierra, cuyo negacionismo climático casa perfectamente con su resistencia a invertir en causas en las que no creen.

Y de la ONU, mejor no hablamos. Hoy por hoy renuncia a ser el leviatán que, "sin caer en la anarquía o la guerra" (Hobbes), obligue a cumplir los compromisos medioambientales de naciones celosas de su propio poder.

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