Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Lo primero que conviene aclarar, tras el incidente entre Antonio Maestre y el camerunés de VOX, Bertrand Ndongo, es que ninguno de los dos es periodista. Y que cada uno en su esfera son igualmente extremistas. Maestre es graduado en Biblioteconomía y Documentación. Se le conoció por sus intervenciones en los debates del programa “Al rojo vivo” y otros, donde siempre ha expuesto posturas de extrema izquierda. Bertrand Ndongo, que se define como “El negro de Vox” es un polemista, que lleva protagonizando diversos incidentes violentos a lo largo de su estancia en España. El 13 de mayo de 2025 la Asociación de Periodistas Parlamentarios rechazó de manera contundente al camerunés, al continuar alterando o impidiendo el funcionamiento normal de las ruedas de prensa y distorsionar el derecho a recabar y trasmitir información veraz. Debido a ello, el Congreso de los Diputados ha comenzado a reformar el reglamento para establecer unas reglas de convivencia y que los medios de comunicación pudiesen trabajar en función de criterios deontológicos y de respeto. Pero el historial de Ndongo es muy largo.
Como era de esperar, el caso del camerunés y otro conocido polemista, caracterizado por el modo en que acosa y se lanza sobre los personajes con preguntas impertinentes y personales, ha llevado a sus partidarios a reclamar la libertad de expresión para ellos, recordando el gesto de Antonio Maestre cuando arrebató el micrófono violentamente a un reportero que le hacían preguntas y lo lanzó lejos de sí. Todos estos casos mueven a una necesaria reflexión sobre primero diferenciar lo que es un periodista de ese conjunto de sujetos que aparecen como tales, sobre todo ejerciendo un reporterismo extendido para agencias, emisoras de radio y televisión con modales impropios, pero característicos justamente de lo que no debe ser un periodista. Claro que este fenómeno tiene su contrapunto en casos como Televisión española, donde el servilismo de algún famoso presentador llega a extremos insólitos en la defensa de los actos de Gobierno, su presidente y miembros, como se ha visto al perder toda neutralidad, sobre todo en las entrevistas como en el programa “24 horas”.
En España, en los últimos tiempos se ha producido, sobre todo en los medios audiovisuales una eclosión del “periodismo basura” que se define con una palabra alemana "Periodismo Schund". Sus características son: Lenguaje vulgar, suma de tópicos y lugares comunes. No existe límite alguno para nada. Nada es sagrado ni merece ser respetado. Suele ser una información inútil, innecesaria y que no añade nada nuevo. Aparece un nuevo género: el periodismo de provocación, que consiste en convertir a los periodistas en protagonistas de los eventos a los que acuden, colocando a los personajes públicos en situaciones inusuales, insólitas o ridículas. Algunos medios basan sus contenidos en la persecución inexorable de personajes públicos o conocidos, a quienes se somete a verdadero acoso periodístico, lo que deriva en situaciones próximas a la difamación, vulnerando de manera sistemática el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen. Por el efecto de contagio, ese uso se extiende como contenido esencial de las parrillas de programación y contraprogramación.
Se ha producido una trivialización de los contenidos en general y aparición de gran cantidad de agencias especializadas en la persecución del famoso. Se suceden los programas de idéntico contenido, donde personajes conocidos por no ser nada comentan sus vidas y las de los demás sin el menor recato. Sobrepaso de todos los límites de la moral social al convertir los aspectos más íntimos de la persona en objeto de tratamiento televisivo: enfermedades, filiaciones, defectos físicos, etc. Los programas de telerrealidad son situaciones creadas para que personajes reales cuenten lo más reservado de sus vidas.
El enorme éxito de determinados programas de televisión, que podrían ubicarse dentro del género de “periodismo de provocación”; es decir, hacer que los reporteros se manifiesten con determinada audacia cerca de los personajes conocidos, algunas veces de forma irrespetuosa e ineducada, constituye un problema añadido a la cuestión general que aquí se trata. Consiste en asistir a un determinado acontecimiento e intentar situar a los personajes que se entrevista bien en una situación límite o plantearles preguntas embarazosas, inadecuadas o fuera de contexto. Se trivializar las cosas serias y se lleva a los personajes al límite del absurdo. Consiste en hacer algo diferente de lo que hacen los otros medios o que simplemente no se atreven a hacer los otros. Y esto no es el ejercicio de la libertad de expresión. Ni quienes lo hacen pueden ser considerados periodistas.
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