Benditas pulseras

La advertencia de la Fiscalía sobre los fallos detectados en la migración de datos de las pulseras antimaltrato no solo ha generado una gran alarma social, lógica, y una tormenta mediática y política, sino que por primera vez ha puesto a la violencia sobre la mujer en primer plano. Lo ha hecho más allá del 25N o de los minutos de silencio por una víctima mortal. Ahora, parece que preocupa la protección de las mujeres, incluso a quienes lideran el negacionismo en esto de la violencia machista. Se califica el hecho de “gravísimo”, que lo es, pero la intensidad compartida en preocupación se rebaja cuando hay que apoyar inversiones en favor de la igualdad, e incluso desaparece al conocer año tras año que más de la mitad de denuncias se archivan o que solo un 1,5% de mujeres acude por sus propios medios sin intervención policial a señalar a su agresor. Quizá sea el momento de cuestionarse si está bien dejar la vida de una mujer en manos de un aparato, a cualquier precio, porque no hay medios humanos suficientes para proteger a las víctimas. Los juzgados lo tienen claro: no. Lo corroboran los datos objetivos. En Vigo, según el Poder Judicial, la cifra de mujeres víctimas se sitúa en una media cercana al millar anualmente, de las que más de 500 requieren seguimiento, pero menos de una decena están protegidas por medios telemáticos y, aunque, su uso se ha incrementado, el porcentaje sigue siendo mínimo. Calculen ustedes. Lo ocurrido es serio, mucho, tanto que sería de una mezquindad infinita no asumir responsabilidades o aprovechar la coyuntura para cualquier otro propósito que no sea el de tomar conciencia real de la violencia machista.