Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
La respuesta de una de las aspirantes al título de Miss España –concretamente la representante de Cataluña- ha vuelto a poner de manifiesto el disparate que se esconde tras ese pretendido intento de congraciar belleza física con preparación intelectual que se le ocurrió a alguien en un desesperado intento de dignificar el certamen. Alguien pretendió mostrar el lado profundo de las concursantes, incorporando al tradicional protocolo del desfile en la pasarela con traje de noche, traje regional y bikini una prueba más que consistía en someter a las aspirantes a una entrevista personal en las que se les solicitaba su opinión sobre ciertos temas de actualidad y de un determinado nivel de compromiso. El nuevo formato con esta reválida, ha terminado siendo un banco cada vez más delirante y cada vez más propicio para que estas muchachas que aspiran a ganar un concurso donde se premia la belleza, hagan el ridículo. Y ni esa es la finalidad de una cita como la presente ni necesariamente una joven muy guapa debe ser además un talento intelectual de primer nivel. Puede serlo, claro está pero en un concurso así, la preparación no es el motivo.
La comparecencia de Miss Cataluña, que hubo de enfrentarse a una disertación sobre el descenso de la natalidad que ella misma confundió en su parlamento con una opinión sobre la notoriedad, fue tan dislocada que ha acabado haciéndose viral. Es cierto que ha proporcionado a esta guapísima Lara Doval -que así se llama la concursante- una popularidad a la que seguramente no hubiera tenido acceso de no ser por esa intervención que es tan jocosa que ha terminado copando todos los espacios de actualidad en medios hablados, de imagen o escritos, y se ha extendido de un modo que ya lo quisiera para sí su paisano Puigdemont el escapista. Pero esta fugaz fama que Lara se apresta a aprovechar pues ha conseguido eclipsar incluso a Miss Baleares que ganó el torneo, responde a esfuerzo corrector paradójicamente incorrecto, y propone una reflexión imprescindible que favorecerá a los organizadores y a aquellos y aquellas que se presenten a su disputa. Los concursos de belleza los ganas los más guapos y guapas, y los de cultura los más cultos y cultas, de modo que no es necesario liar ambos aspectos. Personalmente sugiero que en una competición como ésta se elida el aspecto cultural y se destierre con rigor la presencia del bisturí. La ayuda de la cirugía sí que me parece a mí un hábito tramposo y con peligro.
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