José Teo Andrés
Don Claudio sabe algo
La nueva bobada que va ganando terreno dentro del género de la turismofobia es la de quitar importancia a las banderas azules o directamente rechazarlas aduciendo que se trata de un negocio de una empresa privada y que no hacen falta. La ola comenzó en el Mediterráneo y como todo lo malo, también ha alcanzado las Rías Baixas. En la Ría de Vigo, dos ayuntamientos se han mostrado especialmente hostiles, Nigrán y Cangas, precisamente los más turísticos. Sospecho que los motivos son otros, mucho más prosaicos: conseguir una bandera azul obliga a un gasto importante en vigilancia y socorrismo y disponer de servicios esenciales y acceso para toda clase de personas. Eso cuesta dinero y exige una gestión. Nigrán y Cangas, que en el pasado lucieron las banderas en sus playas y con lógico orgullo, las desprecian ahora, actitud clásica de quien no puede con algo. Todo muy feo y bastante absurdo. El caso contrario es Sanxenxo, que ha decidido que las banderas azules son un gran reclamo y una marca de calidad, lo que resulta muy cierto: es el municipio español que tiene más, 17. Vigo, detrás, con 12, presume de ser la mayor ciudad playera, lo que también es verdad.
En Vigo, Samil, su tramo principal, ha perdido la distinción, pero no hay alarmarse. Se trata de algo coyuntural, derivado de problemas puntuales en el Lagares, donde toda vigilancia es poca. No se va a resentir la llegada de bañistas locales, Ourense o Portugal. A cambio, se izará una nueva, la de Mende, en Teis, un areal muy singular por varios motivos. Entre otros, se trata de la primera playa artificial: su actual diseño no tiene nada que ver con la pequeña cala que había antes de construirse la depuradora de Chapela-Teis.
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