Aviones caídos del cielo

Publicado: 09 ago 2025 - 01:00

La aparente decisión del gobierno español de no proceder a la adquisición de una partida de aviones de combate F-35 norteamericanos para la Armada española es, hoy, mucho más que una frustrada operación comercial. Tiene evidentes consecuencias sobre las capacidades militares de la flota pero sobre todo, y aquí se encuentra el meollo del caso, es una decisión guiada por la oportunidad política. De entrada, que el gobierno español traslade su frialdad y distancia con los intereses comerciales norteamericanos, contrasta poderosamente con la presión ejercida por Trump sobre los socios de la OTAN en general y con España en particular. Pasará mucho tiempo antes de que se olviden las imágenes del Pedro Sánchez más aislado y desencajado, en la pasada cumbre de la OTAN, y el acoso explícito de Trump para que España gaste en armas lo que apenas tiene para sostener el Estado de bienestar.

En cualquier caso, nada indica que a Pedro Sánchez esta situación se le esté haciendo bola. Bien al contrario. Buscando en el baúl sin fondo de sus recursos tácticos, el presidente del gobierno encontró un Godzilla iracundo y soberbio con el que hacer guantes para distraer la atención de sus problemas domésticos. Subirse al carro de la paz y el antiamericanismo es un recurso todavía infalible en la España del siglo XXI. Pero no es solo eso, claro. Las políticas y maneras de Trump molestan la sensibilidad de buena parte de nuestra sociedad. Es percibido como un elemento imprevisible, antojadizo y violento, con el que no conviene hacer negocios.

Y en ausencia de un amigo americano en quien confiar, los españoles miramos a Europa. Ocurre que el viejo continente está paralizado por el asombro ante el espectáculo diario que llega desde la otra orilla del Atlántico. Y entonces, vacante el puesto de la potencia aliada, de tradición cristiana como ahora gusta exigir a los conservadores, capaz de establecer una estrategia a la que engancharnos, aparece China.

Me temo que hace ya demasiados años que un grupo de notables del socialismo español viene apostando por un acercamiento al histórico Imperio del Centro. Adelantándose en parte al aislacionismo americano, que vendría y ha llegado, pero también a la falta de renovado impulso político en Europa. China, al menos, es vista como una alternativa estratégica de base tecnológica y con voluntad inversora industrial en España.

En esta confluencia de intenciones y tensiones, y con los socios de investidura cargados de nuevas razones para no cambiar de barco, Pedro Sánchez ha encontrado un mar lo suficientemente encrespado y revuelto que él navega como nadie. El goloso contrato fallido de los F-35 son aviones caídos del cielo que, en forma de boomerang, Sánchez le devuelve a Trump. Continuará.

Contenido patrocinado

stats