Alcaraz, democracia y justicia
Como Nadal y otras leyendas del deporte español, Carlos Alcaraz ha reactivado ese vilipendiado sentimiento de orgullo patriótico que tanto se deplora. Carlitos nos ha hecho sentir a todos los españoles por encima del ruido de los pinganillos, las Leires, los fiscales del borrado, las cloacas y la dicotomía entre mafia o democracia. Hasta el exjuez ministro Marlaska se levantó fiero a aplaudir rabiosamente en la grada de París. ¡Qué dilema, qué papelón estar representados en Roland Garros por tan inapropiado personaje! Peor hubiera sido la presencia de Sánchez, siempre dispuesto a colocarse en su solapa egocéntrica una medalla ajena. El Rey falló no acudiendo a la Philippe Chartrier, quizás porque en Zarzuela pensaron, como en Moncloa, que Alcaraz iba a perder con el robot Sinner, esa máquina imperturbable y fría huérfana de emociones, imperfectamente humano. Sólo Morata rompió la magia de una España feliz con su errático penalty, después de unos días repletos de manifestaciones de unidad frente a la ignominia fangosa de las cloacas del poder. Por cierto: ¿de qué se ríe el procesado García Ortiz?
El Gobierno se ha esforzado en desprestigiar al Supremo en defensa del fiscal del borrado y en despreciar el éxito de la concentración del PP en la Plaza de España de Madrid. Un error propio de quienes ignoran la realidad, y atizan la guerra estéril de cifras y entre poderes para disimular su frustración decadente. Pongamos que entre 100.000 y 50.000 personas salen una media de 75.000 asistentes, número suficiente para tomarse en serio la respuesta de la calle a la soberbia sanchista. El PSOE, en cambio, apenas reunió unos centenares de militantes en la plaza madrileña de Zerolo con Oscar López en modo mitinero insultando la inteligencia de los españoles. Y Vox no pasó de 500 santiaguistas ante la sede socialista en reciente movilización tras sufrir un ataque de cuernos por la convocatoria de Feijóo.
La España resignada y cabreada pidió la dimisión de Sánchez y el adelanto electoral sin estridencias ni insultos, siempre desde el civilizado ejercicio democrático de la libertad. El PP no renuncia a defender su verdad frente a la insostenible e insolente ficción del sanchismo, atrincherado en la Moncloa gracias a la compra de apoyos y a unos socios sin código moral que miran con descaro y sin vergüenza para otro lado ante los casos de corrupción familiar, fiscal y política que delatan una gestión pestilente que huele a mentira, engaño y manipulación social.
En este momento de partido, lo mejor que puede hacer el PP es prevenir las tentaciones autoritarias del régimen ante una eventual convocatoria electoral. La caja de cartón de aquel memorable Congreso Federal socialista fomenta las sospechas, acrecentadas por los vínculos de Leire Cloaca con el voto por correo durante su etapa en Correos. Los movimientos en regularización del voto inmigrante y la toma de Indra, Telefónica, instituciones y medios de comunicación revelan el afán de control sanchista e invitan a extremar la transparencia y las precauciones garantistas del sistema español. Lo dicho: Alcaraz y democracia, Ortiz o Justicia, y elecciones ya.
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