Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
En lo más profundo del Atlántico Sur se encuentra en plena campaña -y con éxito- una flota de 16 buques congeladores con matrícula de Falkland, tripulación multinacional, oficiales españoles, gallegos en su mayoría, y base en el muelle vigués de Beiramar. Había motivos sobrados de preocupación: tanto en 2024 como en 2023 tuvo que anularse la segunda temporada de pesca del calamar loligo, que es el que se consume de forma mayoritaria en España y en toda Europa, al constatarse que la biomasa había descendido de forma alarmante. En esta ocasión, todo va bien y cuando la operativa alcanzó el primero de los dos meses, todo apunta a que se alcanzarán las 45.000 toneladas, una cifra que se considera buena. Los mejores años se pescaron 100.000 toneladas entre verano e invierno, lo que permitió alimentar los mercados europeos y algunos asiáticos con el producto.
El calamar loligo es un curioso cefalópodo de aguas frías, como son las Malvinas, con un ciclo de nacimiento, crecimiento y reproducción muy rápido, apenas un año, así que lo que no se pesca acaba en el fondo del océano. La clave para mantener el caladero, que explota la flota viguesa en régimen de monopolio a cambio de pagar por las licencias, está en el equilibrio y el trabajo de los científicos, que realizan estudios sobre el terreno para constatar el estado de la pesquería.
Malvinas debería ser un archipiélago perdido en el fin del mundo, pero no es así en absoluto. En 1982, la dictadura argentina hizo lo que tantos populistas y se lanzó a una guerra que no podía ganar. Recuperó por un mes las Malvinas, un símbolo para su país, y las perdió probablemente para siempre. Desde entonces, el Reino Unido mantiene un cuerpo del ejército permanente de al menos 3.000 soldados y los malvinos (los menos de 3.000 habitantes de Falkland) se han convertido en los ciudadanos con el mayor nivel de vida del planeta.
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