Alcaraz revalida Roland Garros en una final histórica
Tenis
Victoria sobre Sinner tras cinco horas y media, la mayor duración de un encuentro por el título en París. Levantó tres bolas de partido, que se alargó a cinco sets. Es el quinto Grand Slam del murciano
Acostumbrados a la hipérbole permanente, resulta complicado separar el grano de la paja y darle valor al adjetivo ‘épico’, tan épicamente desgastado por la epicidad de cualquier acontecimiento cotidiano disfrazado de epopeya. Por eso, más allá de todas las exageraciones que puedan surgir, el triunfo de Carlos Alcaraz este domingo en la final de Roland Garros, tras remontar dos sets y tres bolas de partido a Jannik Sinner en cinco horas y media de batalla, pasa a estar entre los mejores de la historia del tenis (6-4, 7-6(4), 4-6, 6(3)-7, 6(2)-7). No el mejor, ni el segundo, ni el tercero -como este domingo se pretendió promulgar-, porque este deporte encierra duelos titánicos nacidos de rivalidades gigantescas como la que apuntan a tener el murciano y el italiano. Pero como no es necesario comparar, el segundo título en la tierra parisina para Alcaraz llegó tras una lucha progresiva contra el número 1 del mundo y, sobre todo, contra sí mismo.
Tuvo que recuperarse de un inicio malo, con dudas, con nervios. Porque es humano. También para Sinner, que metía muy pocos primeros en un arranque lleno de errores por ambas partes. Finalmente, tras break y contrabreak, el italiano más austriaco se anotó la primera manga. E hizo lo mismo con la segunda en un tiebreak forzado por el murciano después de ir por detrás.
Tocaba subir el nivel. Era necesario. Entonces, un partido anodino se convirtió en una tarde para el recuerdo. El jugador de El Palmar entendió que no podía ganar a base de ritmo alto. Mucho menos a palo limpio. Por eso, atacó la estabilidad mental de Sinner con variaciones constantes en su juego. Dejada por aquí, saque red por allá, cambio de alturas constante y diversidad con los efectos. Pero, sobre todo, la derecha mandando. De revés a revés, Sinner era superior, pero cuando Alcaraz encontró la paralela con su mejor golpe, el viento del partido comenzó a virar.
El problema con el murciano son sus altibajos. O la solución. Las idas y venidas que tiene en los encuentros pueden leerse de las dos formas. Porque Sinner llegó a las tres bolas de partido al resto por uno de los bajos de Alcaraz. Justo ahí surgió un maravilloso alto para neutralizarlas, anular también el servicio para ganar del alpino y jugar un tiebreak que parecía difícil de superar, pero que se quedó en nada al lado del súper tiebreak -se juega a 10 puntos- del quinto.
Pero todo a su tiempo. Porque a la montaña rusa aún le quedaban giros. Carlos aprovechó la inercia y rompió el servicio de Jannik nada más comenzar el set decisivo. El número 1 del mundo sufría calambres, quizás por los tres meses fuera del circuito por una sanción por dopaje acordada con la AMA o quizás porque no está listo para estas batallas. El de este domingo fue el séptimo partido de más de cuatro horas que pierde en su carrera de otros tantos jugados. Aún así, hizo de tripas corazón y rompió el servicio de Alcaraz, nervioso cuando sacaba para ganar.
Tras esa bajada solo quedaba subir y el murciano no volvió a mirar atrás. El súper tiebreak decisivo fue una exhibición con 7 puntos seguidos. La victoria era un hecho y su infalibilidad en Grand Slam también. Un dulce regreso a la Chatrier tras la última visita, en la que perdió el oro olímpico. Una brillante remontada en el inicio de una era y en la tierra prometida.
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